Al Celta se le ha vuelto a atragantar el Barcelona B. El grupo de Paco Herrera se dejó la segunda plaza en el Mini Estadi con un empate que sabe a poco y frena su impresionante escalada en la tabla. La goleada del Rayo al Numancia deja el ascenso directo a dos puntos pero mantiene el suspense de una lucha que amenaza con perpetuarse hasta el final y en la que el Celta tiene aún mucho que decir. Porque aunque el equipo vigués entró tarde en el partido y le costó imponer el ritmo, no escatimó generosidad en el esfuerzo y fue capaz en la segunda mitad de generar un caudal de juego más que suficiente para alzarse con la victoria. Tuvo las mejores ocasiones y, como reclamaba su técnico, se mantuvo fiel a su estilo, aunque hubo momentos de desgobierno y ofuscación, y acabó entrando en la ruleta rusa que le propuso el rival en un final desbocado y de vértigo.

Entró el Celta en el partido adormilado, sin chispa, con excesivo respeto. Cedió la iniciativa al rival y pagó un elevado precio porque el filial azulgrana le golpeó en la línea de flotación en el primer desajuste defensivo. Sin nadie que le saliese al paso, Soriano aprovechó un enorme boquete en el flanco izquierdo de la zaga celeste para servir un gran pase en diagonal a Edu Oriol, que recibe en el pico del área chica y fusila a Falcón. La idea inicial de Herrera de discutir la pelota a un adversario que juega sin la presión del resultado y traza a golpe de talento fracasó antes que el Celta tuviese oportunidad de armar un solo disparo. Pero si algo distingue a este Celta es su capacidad para sacar fuerzas de flaqueza. Reaccionó el equipo vigués con coraje y cortejó el gol con tres acciones que no encontraron recompensa: un disparo bien dirigido de Hugo Mallo que se perdió por encima del travesaño; un cabezazo bien dirigido de Trashorras y una galopada de Roberto Lago, que ganó el pico del área y sirvió a David que, obstaculizado solo por Bartra, envió al pelota fuera.

La reacción del Celta no pasó de arreón, un arrebato de orgullo que enseguida neutralizó su adversario. Los azulgrana reclamaron de nuevo la pelota y el Celta tuvo que limitarse hasta el descanso a contener daños y esbozar tímidamente alguna contra buscando la velocidad de Quique de Lucas, que no encontró acompañantes. El catalán tuvo el empate en sus botas tras la reanudación en un balón que llegó desde la banda, pero cruzó la pelota en exceso.

El partido sufrió un vuelco cuando Trashorras y Álex López, pero sobre todo De Lucas entraron de lleno en escena. El Celta desplegó sus alas, movió la pelota con rapidez y explotó con peligro las bandas. David rozó el empate y no mucho después Álex López, a lo Juan Palomo (yo me lo guiso yo me lo como), anotó el empate. El ferrolano inició y culminó la jugada tras apoyarse en De Lucas y relanzó al Celta, que olfateó la sangre y tuvo la victoria en dos ocasiones consecutivas, una del propio Álex y una remate de López Garai que Miño sacó a la esquina con una gran intervención. Luego el partido se desbocó y entró en una ruleta rusa en la que el peligro cambió una y otra vez de portería: De Lucas, un puñal por banda, y Trashorras rozaron el segundo y Thiago puso sentenciar con un zapatazo que hizo volar a Falcón. De Lucas y Mallo tuvieron aun el triunfo al alcance en un final delirante que hizo vibrar al Mini Estadi.