El balonmano más lujoso del mundo emigra de Vigo con la promesa de retornar enseguida. No esperará al posible ascenso del Pilotes Posada. En abril la ciudad acogerá la Copa del Rey, torneo que duplica a la Copa Asobal en participantes y prestigio. El torneo de este fin de semana se entiende en ese sentido como un ensayo que se ha pasado con "sobresaliente", según anticipa el teniente de alcalde, Santi Domínguez.

La Copa Asobal ha tenido que competir con otros eventos deportivos de importancia en la agenda ciudadana: partidos de Celta, Celta Indepo y Uorsa, las piruetas del "freestyle" motociclístico en el Ifevi y las retransmisiones televisivas. Ayer, la final llegó a solaparse con el encuentro del Real Madrid. Teledeporte impuso la hora de inicio y hubo que amoldarse. Los 2.500 espectadores que ocuparon silla en el Central suponen un éxito en tales circunstancias.

El pabellón vibró, dividido por fronteras invisibles entre los adeptos de cada equipo. Pareció el Ciudad Real contar con la alianza de los pucelanos y leoneses descabalgados en semifinales. Calor bien repartido en todo caso, sin fracturas ambientales, con la misma fraternidad aparente que en el apartado político.

La Copa Asobal se mostró en toda su riqueza a la hora de repartir la cuota de protagonismo que los responsables políticos demandan. Los actos deportivos de la ciudad obligan a los dirigentes a tomar clases apresuradas de protocolo, so pena de enfadar a alguno de los que firman los cheques de las subvenciones. El alcalde, Abel Caballero, presidió ayer el palco, flanqueado por Santi Domínguez y el presidente de la Asobal, Javier Zuriarraín. Después, alejándose progresivamente del centro de impacto visual, el concejal del ramo, Xabier Alonso, el secretario Xeral, José Ramón Lete, el vicepresidente de la Española, Tomás Moral, y el presidente de la Gallega, Pérez Ouro. En los extremos, los enviados de Barcelona y Ciudad Real, protagonistas sobre la cancha, secundarios de salón. Primera línea bien nutrida, llena al completo.

El reparto de trofeos fue igual de equitativo con los contendientes que con los políticos. Santi Domínguez entregó al azulgrana Dani Sarmiento el trofeo a mejor jugador. Sarmiento recibiría también el de máximo goleador entregado por José Ramón Lete Lasa, ceremonia de consolación del secretario xeral por la escasa aportación metálica de la Xunta. El vicepresidente de la Española coronó a Sterbik como mejor portero. El concejal de Deportes obsequió al subcampeón. El equilibrio diplomático absoluto se consiguió con el trofeo principal. Domínguez y Caballero lo porteron juntos, sin que se les cayese, y se lo entregaron de mutuo acuerdo a Hombrados para que el capitán del Ciudad Real lo elevase al techo del pabellón. Alcalde y teniente se marcaron en la fotografía y coreografiaron su salida bipartita de escena.

Lo que importa es que "antes de empezar el encuentro los responsables de la Asobal y de la Federación nos han puesto un sobresaliente", asegura Domínguez. "La respuesta del público confirma que se acierta cuando se traen estos grandes evento. Y la final ha sido espectacular. Hemos visto a los mejores jugadores del mundo con diferencia. Ahora toca prepararnos para ese otro gran acontecimiento que es la Copa del Rey. Aquí siempre hay que seguir trabajando para mejorar".