El presidente del Iveco Universidade, Ramón Babé, se pellizca por comprobar si sueña. "Es la leche, un puntazo", ametralla. Su club acaba de fichar a Norm Maxwell, un cierre de 1,98, 107 kilos y 34 años. "Gran movilidad y mucho placaje", destacan en el dosier sobre sus cualidades. Pero su relevancia no se contiene en sus magnitudes físicas ni se compendia en la descripción de su estilo. Al modesto equipo vigués llega una leyenda. Un tipo que vistió en 35 ocasiones la casaca negra y el helecho plateado. Un guerrero que bailó la haka "ka mate" junto a Jonah Lomu,_Justin Marshall, Carlos Spencer, Andrew Mehrtens o Tana Umaga, a los que trataba como iguales. Un mundialista, inquilino de la "Casa del Dolor". Un "all black", en definitiva, un dios del rugby.

Y no fue por causalidad o probatura. Maxwell disputó 36 partidos con Nueva Zelanda. Toda una eternidad en la exigente selección de las antípodas. A nivel de club, militó en los Crusaders, glorioso entre los gloriosos, el equipo más laureado en el Súper 12 (hoy Súper 14) que agrupa a los mejores del hemisferio sur (Australia y_Sudáfrica, además de los neozelandeses). Participó precisamente en cinco títulos de los "cruzados" de Canterbury. ¿Cómo alguien así acepta la oferta de una escuadra que milita en la segunda categoría española, rugby en pañales? Porque de hecho Maxwell será el jugador más prestigioso que haya competido en territorio peninsular. En Valladolid, que se cuenta entre los grandes, estuvo una vez alguien que había sido "all black" en dos ocasiones y ya lo celebraban.

El milagro se produce gracias a una conversación que empezó como simple cháchara de bar. En Christchurch, hogar de los Crusaders, residía David Monreal. Un enamorado del rugby, ansioso por aprender el oficio y la pasión. Monreal se hizo amigo de Maxwell. "Hablábamos mucho de nuestro deporte y de la vida en general. Conectamos", recuerda Monreal. "Yo le hablaba mucho de España, de cómo somos aquí, y a él le interesó". Ignoraba Monreal que estuviese plantando entonces la semilla de un prodigioso relato.

Un día, el español recibió la oferta para convertirse en director deportivo del_Universidade de Vigo._Aceptó. Le dijo a su colega Maxwell que volvía a su país. "¿Por qué no te vienes conmigo? ¿Te apetece?", le espetó y reconoce Monreal que "en broma". Pero la broma fue creciendo hasta convertirse en realidad. Quizá algo impensable, aunque no tanto si se conoce al personaje.

Norman Michael Clifford Maxwell no es un jugador de rugby al uso. De hecho, en Nueva Zelanda siempre lo consideraron como alguien "diferente", muy sensible, profundo, con una visión muy personal de la existencia. El prestigioso Almanaque de Rugby lo descubrió de adolescente y lo nombró como "uno de los cinco jugadores jóvenes más prometedores" del país. El cierre fue cumpliendo etapas. En 1999 debutó con los "All Blacks" contra Samoa. Se estrenó con un ensayo, uno de los cinco que firmaría en su trayectoria profesional. Aquel mismo año probó la miel y la hiel. Se proclamó campeón del Tres Naciones y fue eliminado en semifinales de la Copa del Mundo por Francia._Otro trauma que añadir al sufrimiento del combinado neozelandés, incapaz de traducir su superioridad cuando toca el Mundial.

Es seguramente la consecuencia de la presión brutal que soportan los jugadores en una patria que tiene el rugby como religión._Esa ansiedad que llevó a Maxwell a alejarse del rugby de forma temporal para reflexionar, en una especie de retiro monacal en Brasilia al que retorna con frecuencia; esa responsabilidad casi enfermiza que le atenazaba los músculos y obligaba a los entrenadores a sustituirlo en los descansos; la que fue apagando su estrella. "No alcanza el nivel de años anteriores", constató el Almanaque en 2001.

Maxwell aún disfrutó de grandes temporadas y contratos. Pero echaba en falta lo que viene a buscar a Vigo. "Se sentía quemado. Quiere volver a los orígenes, al rugby amateur", explica Babé. Es la esencia de este deporte, en el que Richie McCaw, el mejor delantero del mundo, lleva el agua a los juveniles cuando está lesionado. Maxwell, que llegó a cobrar 650.000 dólares al año en Japón, firma por apenas la manutención con el Iveco.

Y no se limitará a jugar. "Llegó el viernes y ya me tiene loco", masculla Monreal. Maxwell se despierta a las cuatro de la madrugada, será por el "jet lag", y apunta sus ideas para promover el rugby en Vigo. Pregunta por figuras emblemáticas de la ciudad, le hablan de Cachamuiña, y ya piensa cómo integrarlo en la simbología del club. Charla de deporte con Babé y Monreal hasta altas horas. Quiere estar con la chavalada canterana. Vuelve a ser un niño que se imagina sorteando dragones y ogros hasta posar el balón oval entre palos. El presidente se frota las manos:_"Tenemos que aprovecharlo al máximo".