Para ningún jugador de Chile el Mundial es tan especial como para Mark González. Este interior disputa el torneo en su tierra natal, en el país donde vivió hasta los once años y que después visitó con frecuencia. La culpa de todo la tiene un padre futbolista con alma intrépida. Raúl González emigró de Chile en 1982 cansado de la pavorosa crisis económica que se vivía en aquel país. Estaba cansado de jugar y no cobrar, de romperse la cabeza en los entrenamientos sin recibir a cambio más que una colección de pretextos. Alguien le llamó de Sudáfrica para competir en aquel país. El nivel era discreto, pero las perspectivas parecían buenas. Eran los últimos años del Apartheid y la comunidad blanca había dejado de ver el fútbol como un deporte que sólo gustaba a los negros. González se armó de valor, cruzó el Atlántico y desarrolló una larga carrera en aquel país. Cuando jugaba en Durban nació su hijo al que puso Mark de nombre por pura casualidad. Los dos mejores amigos del padre se llamaban Mark y Dennis. González había decidido llamar a su hijo como uno de ellos y lo echaron a suertes. Una moneda resolvió que el bebé se llamase Mark. Aquel niño vivió hasta los once años en Sudáfrica y combinaba el fútbol con deportes como el rugby o el cricket como manda la tradición del país.

Los González encajaron bien en África, pero finalmente decidieron que había llegado el momento de regresar a casa. Las cosas empezaban a ir mucho mejor, el dinero fluía con mayor rapidez y habían surgido interesantes ofertas de trabajo para Raúl González.

La ruptura del matrimonio de los padres de Mark González curiosamente le acercaron mucho más al fútbol porque a partir de ese momento comenzó a pasar más tiempo en compañía de su abuelo materno, un fanático de este deporte, que le metió en las categorías inferiores de Unión de Santa Elena. A partir de ahí el niño y su pierna izquierda fueron haciéndose grandes y recaló en el Universidad Católica de Chile, un equipo que ya constituía un interesante escaparate. Sólo tenía 20 años cuando los agentes le pusieron una mochila en la espalda y le enviaron a España a jugar en el Albacete en la temporada 2004-05. En el equipo manchego impresionó por su capacidad para adaptarse al fútbol español, pero también demostró capacidad de sufrimiento porque se repuso de una grave lesión de rodilla que le mantuvo más de media temporada rehabilitándose en Chile. Pero el Liverpool se encaprichó con él, le contrató, pero fue incapaz de conseguirle el permiso de trabajo por lo que González tuvo que marcharse cedido a la Real Sociedad donde volvió a asomar la cabeza. Peor le fueron las cosas en el Liverpool donde se estampó con la estrechez de miras de Rafa Benítez y acabó en el Betis. Decidido a probar experiencias de toda clase el chileno se marchó en 2007 al CSKA de Moscú y, pese al frío, los campos de hierba sintética y las complicaciones de aquel campeonato logró brillar para felicidad de Marcelo Bielsa que le tenía como uno de los elementos con los que quería contar de cara a las eliminatorias para el Mundial. Incluso le esperó pacientemente tras otra lesión grave en la rodilla. No había problema. González le aportaba la dosis de energía y velocidad necesarias para formar parte de un equipo dirigido por "El Loco". Y así llegamos a Sudáfrica donde en el segundo partido de Chile Mark González marcó el segundo gol y se fue a una cámara de televisión a proclamar su amor por una presentadora de televisión con la que piensa casarse cualquier día de estos. Pero la vista de Mark González va mucho más allá. Una de las semifinales del Campeonato del Mundo se disputa en Durban, la ciudad en la que nació hace 26 años. Allí es donde le gustaría estar el 7 de julio, cerquita del lugar donde correteaba siendo un niño.