El fútbol le dio ayer una nueva alegría, de las muchas que ha recibido quien conquistó con dos equipos diferentes el Trofeo Pichichi, como máximo goleador en Primera División, tras una agitada e intensa vida profesional en los difíciles tiempos de la posguerra española. Manuel Fernández Fernández ha pasado a la historia del fútbol español con el apodo de Pahiño, y así quedará inmortalizado en el nuevo campo del polígono residencial vigués de Navia, por decisión del grupo municipal del BNG. Y el homenajeado no quiso perderse el acto en la parroquia donde nació hace 87 años para agradecer el reconocimiento público a su brillante carrera futbolística.

Y durante el partido que en su honor celebraron los veteranos del Celta y el Deportivo de A Coruña, dos de los cuatro clubes por los que pasó, Pahiño tuvo varios momentos de "ensimismamiento", recordando aquellos tiempos en que con 18 años fichó por el Celta, "cuando se ganaba poco dinero y te lo quitaban si perdías".

El mítico jugador del Celta acudió desde Madrid, donde reside, a la solemne cita con ganas de saludar a amigos y antiguos vecinos, y dispuesto a recordar "anécdotas" e historias que se agolpan en una mente todavía lúcida. Él, que llegó a lo más alto por sus extraordinarias condiciones para el remate (golpeaba el balón con ambas piernas e iba bien de cabeza), rememoró durante su intervención en el acto inaugural que había carecido de entrenadores que le enseñasen a jugar al fútbol. Fue un autodidacta, en el deporte y en la cultura, pues aprovechaba los largos e interminables desplazamientos que exigía la competición para leer a autores como Dostoievski, Tolstoi o Hemingway.

"No me sentía diferente a la mayoría de los futbolistas de la época por leer sino por mi condición humana, por cómo veía las cosas. Pero no las expresaba porque en aquellos tiempos pensar era un poco complicado. Algunos lo pagaban caro y yo estoy convencido de que ese comportamiento de las autoridades que controlaban el fútbol... No me atrevo a decirlo". Se muestra reservado, como siempre, pero los silencios le delatan, como le ocurrió en el partido de su debut con la selección española, ante Suiza. Aquel día, el general Gómez Zamalloa decide entrar en el vestuario de La Roja para arengar a los jugadores: "Y ahora, muchachos, cojones y españolía".

A un deportista que disfrutaba con el fútbol y con lecturas como "Por quién doblan las campanas", la inoportuna intervención del militar le causó sonrojo, que no pasó desaparecido para las autoridades, que pronto lo apartaron del equipo nacional y le impidieron disfrutar del Mundial de Brasil en 1950. "No recuerdo el nombre del general porque no lo sabía, pero yo no me privaba de decir que ese señor que representaba al fútbol español estaba equivocado", apunta.

Aficionado "al fútbol, al baloncesto y al tenis", Pahiño se mantiene atento a la pantalla de televisión para seguir el Mundial de Sudáfrica. "Hasta ahora, mal", sostiene sobre la competición, antes de referirse a las posibilidades del equipo de Del Bosque: "España tiene un equipo muy bueno. Sobre todo, el seleccionador organiza muy bien el grupo de jugadores, pero hay que tener suerte. La suerte también juega un papel importante".

A él, en su carrera profesional no le fue mal, aunque los malos tragos los guarda entre los buenos recuerdos: "¿Mi recuerdo más bonito con el Celta? La promoción de ascenso a Primera División contra el Granada (1945, en el Metropolitano de Madrid). Ahí me rompí el peroné". Pahiño jugó toda la segunda parte lesionado, después de que le vendasen la pierna rota.

Su carácter indómito le privó posiblemente de lograr mayores éxitos. Sus salidas del Celta y el Real Madrid no estuvieron exentas de polémica. "Del Celta me echaron de mala manera cuando yo les dije que o me subían un poco el sueldo o dejaba de jugar". Era el año 1948, días después de que el Celta cerrase una de las temporadas más brillantes de su historia: finalizó cuarto clasificado en Primera División y disfrutó la final de la Copa del Generalísimo ante el Sevilla. El ariete vigués, que obtuvo el Trofeo Pichichi con 21 goles, se fue con Miguel Muñoz al Real Madrid. Con el conjunto blanco disputó 124 partidos y anotó 108 tantos, en cinco temporadas. Como en Vigo, su salida del club de Concha Espina también resultó tormentosa: "Cuando finalizó la temporada le dije a don Santiago Bernabéu que yo quería firmar un nuevo contrato por tres años más. Tenía 29 y don Santiago me dijo que tres eran muchos. Entonces me propuso: Mira, hacemos una combinación: dejamos el contrato en un año y te damos 275.000 pesetas, que era mucho dinero en aquella época. Pero yo me cerré en banda y como tenía a la familia de mi mujer en Coruña, me fui al Deportivo".

Y ahí coincidió con Arsenio Iglesias, que ayer le acompañó en el homenaje. "Fue un número uno, posiblemente el mejor delantero centro que dio el fútbol gallego", destaca el Bruxo de Arteixo de su antiguo compañero, gracias al cual el Deportivo obtuvo la primera victoria de su historia en Chamartín. Pahiño fue el autor de los dos goles del conjunto blanquiazul.

Al goleador de Navia le estusiasma ahora Cristiano Ronaldo. "Estoy convencido de que el Real Madrid va a recuperar todo lo que le costó ese chico portugués. Incluso creo que le dejará dinero al club", señala un sabio del gol, por el que llegó a ser reconocido como uno de los grandes artilleros del fútbol español, y ayer recibió un reconocimiento popular de su ciudad.

"Es un momento muy especial para él y para sus amigos. Creo que se lleva un recuerdo muy bonito de su tierra, que él tanto dio a conocer. Creo que esto es lo que suele hacerse cuando uno es bien agradecido", proclama Arsenio, quien compartió vestuario con Pahiño en el Deportivo antes de que este vigués errante firmase por el Granada, en el que se despidió del fútbol, que le sigue recordando como uno de los grandes.