Celta B 5

Hortal, Campillo, Víctor, Carlos David, Aitor (Iván, min.71), Pedro García, Cristian (Pillado, min.76), Álex, Pedro Vázquez (Fidi, min.88), Toni y Oriol.

Montañeros 2

Diego, Ángel, Dopico, Pablo López (César, min.45), Capi (Romay, min.77), Julien, Jorge Cano (Rubén Rivera, min.54), Moisés Pereiro Rubén Pardo, Iago Iglesias y Herbert.

Goles: 1-0, min.16: Oriol, de penalti; 2-0, min.20: Oriol; 3-0, min.31: Toni; 4-0, min.37: Álex; 4-1, min.38: Rubén Pardo; 4-2, min.69: Iago Iglesias; 5-2, min.84: Álex. Árbitro: Pablo Fernández Pérez (Asturiano). Mostró tarjetas amarillas a los célticos Oriol, Aitor, Pedro García, Cristian y Víctor y a los visitantes Capi, Julien, Herbert y Ángel. Incidencias: Barreiro, unos 600 espectadores.

"Sigue, sigue", grita Milo Abelleira desde la banda, con su voz entre gangosa y quebrada. "Sigue, sigue", jalea a sus chicos, una y otra vez, animándoles en su agresiva cacería. La consigna, sencilla en apariencia, encierra un trabajo titánico. Las muchas horas de ejercicios y charlas raramente se plasman después con perfección. Cuando sucede es un milagro, esa pequeña maravilla que el Celta edificó ayer sobre el Montañeros.

"Sigue, sigue", berrea Milo como loco, pero tiene sentido su locura. El filial aplicó en Barreiro la receta que Eusebio ha elaborado para los mayores. No pesaron las cinco ausencias de titulares ni los compañeros ascendidos al vestuario profesional. De nada sirvió el aseado estilo que el Montañeros practica. Al contrario. El cuadro coruñés se empeñó en sacar el balón jugado y esa virtud fue su mortal pecado. El Celta B se lo comió con una presión asfixiante, coordinada al milímetro. Llevó Milo esa letal coreografía hasta la garganta del eje defensivo rival y si alguno de sus chicos dudaba, ya estaba él para azuzarlo: "Sigue, sigue". Acabaron los visitantes con manía persecutoria, angustiados, y aún seguirán oyendo el jadeo vigués en sus oídos durante sus pesadillas.

Fue el juego celeste de rigurosidad prusiana en la destrucción, ritmo inglés y precisión de relojería suiza en el toque. El balón, una vez recuperado, era rentabilizado de inmediato con una sabia mezcla del juego corto y largo. Los locales se lanzaron en avalancha por mil caminos diferentes, en paredes y centros, al cabezazo y la tralla. Oriol abrió la lata. Fue gracias a un penalti por plantillazo, que quizá hubiera debido quedarse en juego peligroso. Después, el maremoto. El portero Diego, el mejor de los locales, impidió un resultado maltés. Un instante de resuello le valió a Pardo para acortar distancias (4-1).

No bajó el ritmo. "Seguid, seguid", debió arengarles Milo a sus chicos durante el descanso. Quizás se equivocó. Diego volvió a contener el abuso en el arranque y al Celta B se le acabaron las fuerzas con media hora por delante. Se le notó entonces la falta de oficio. Quiso mantener el acoso cuando el cuerpo ya no le daba para tanto. Convenía atrincherarse, hurtarle el tiempo al Montañeros. Iglesias aprovechó una falta directa para situar el 4-2. En el minuto 77 Herbert erró un tiro a bocajarro que hubiera apretado las tuercas. Ya Pedro García boqueaba, ya Alex se sostenía en jarras. Pero aún tomó oxígeno para enviar un golpe franco a las mallas y remediar cualquier atisbo de pánico.

El Celta B renueva su prodigio cada temporada. Lo hace hoy con un promedio de edad juvenil. Imita al primer equipo en estilo y sistema, pero también se propone como ejemplo. Salvada la categoría, la chavalada de Milo persigue el play off de ascenso. Sigue, sigue, Celta B.