El Pilotes Posada se ha sumergido en las profundidades de la clasificación mientras dos de sus jugadores vuelan en lo más alto de la tabla de goleadores. "No es tan raro", advierte el entrenador académico, Quique Domínguez, que valora y a la vez se resigna a depender de Masachs y Rudovic. Tipos dispuestos a imitar en este año de sufrimiento lo que lograron en 1995 dos leyendas académicas, Oleg Lvov y Zoran Mikulic.

Masachs y Rudovic concluyeron la vigésimo segunda jornada de la Liga Asobal como los mejores artilleros, con 145 y 128 goles respectivamente. El Granollerse ya ha disputado su partido de esta semana y les ha colado a Svitlica en medio (130). Rudovic pondrá orden probablemente en Antequera. Al equipo le conviene. Necesita a su pareja al máximo rendimiento para lograr la salvación.

Domínguez explica que "los equipos modestos suelen tener a jugadores entre los más goleadores. En los equipos más potentes esa faceta se reparte más". Así que esa concentración "no es una buena señal" y permite que el adversario "enfoque su defensa hacia ellos". Por contra, su regularidad en la anotación proporciona confianza a esos compañeros que trabajan en la dura tarea de abrirles camino.

El catalán y el serbio compiten con los rivales y a la vez con el recuerdo de una época gloriosa. Es la suya una carrera contra el pasado, en carriles paralelos. Sólo una vez tuvo el Pilotes Posada en sus filas a los dos máximos goleadores de una temporada. Fue en la 94/95, cuando la máquina roja maravillaba con su balonmano eléctrico. Zoran Mikulic firmó 262 goles, registro sólo superado por Julio Fis (271) diez años más tarde; Oleg Lvov sumó 223. Aquella campaña mágica dejó más números imborrables, como el partido con más goles en la historia de Asobal: el 48-43 sobre el Gáldar.

Sólo el Elgorriaga puede presumir de un dueto con semejante potencial. Fis y Kazal, en 2000, encabezaron la lista de goleadores, aunque sus números palidecen en la comparación: 166 y 165. Aquel Pilotes Posada resulta irrepetible. Lvov, cuarto mejor goleador de la Asobal de todos los tiempos (1.622), sería también el mejor artillero en 1996 (229). El equipo asombraría a Europa. Por el Central pasaron otros jugadores que hoy habitan entre los veinte mejores pegadores que se recuerdan: Valenzuela (10º con 1.378), Jordi Fernández (11º con 1.364) y Panadero (14º con 1.329).

Las posibilidades presupuestarias y deportivas del club actual nada tienen que ver con esa época. Y sin embargo, la alegría atacante está inscrita en el código genético del Pilotes Posada. "Siempre ha sido un equipo muy goleador, en ocasiones dejando la faceta defensiva en segundo plano, lo que ahora no sucede", indica Quique Domínguez, que fue uno de esos pistoleros de casaca roja como su hermano Íñigo. Ya en los setenta destacaron Chicho o Simón, el mejor extremo gallego de siempre. O son recientes las exhibiciones de Cupic y Prce. Extremos rápidos, primeras líneas contundentes. A esa casta pertenecen Masachs y Rudovic.

Dos descubrimientos

El catalán fue una ganga de última hora. El club vigués estuvo al quite y se hizo con su cesión cuando en Pamplona no le dejaron sitio. "Suele ser rentable fichar a jugadores que tienen ganas de reivindicarse. Saben que en un equipo menor podrán disponer de minutos y vienen con más ganas", sostiene Quique Domínguez. Rudovic es otro descubrimiento. Llegó sobre el papel como el mediocre del trío balcánico. Pavlovic y Stefanovic han defraudado; Rudovic ya acumula más goles que en sus dos temporadas anteriores (46 y 80). "En Arrate disfrutaba de pocos minutos", indica Domínguez. "Pero sabíamos que tenía un buen brazo". En Vigo ha encontrado el clima ideal para liberarlo, como otros antes que él. Por la Academia Octavio han pasado muchas generaciones de estudiantes. Una materia imparten mejor que nadie: la artillería.