Vasco Fernandes regresa al once inicial en Irún, aunque el mérito de la reaparición le corresponde a la quinta cartulina amarilla que Hugo Mallo vio ante el Rayo. El luso es consciente de que debe exprimir las oportunidades que le depare el destino. Su rival por la plaza se ha convertido en una roca contra la que Vasco se está estrellando. El choque de esta tarde es una grieta por la que colarse para igualar la contienda a ojos del entrenador.

Vasco Fernandes padece la eclosión de la cantera céltica. El lateral aterrizó con todos los predicamentos favorables para apropiarse de la titularidad. El director deportivo, Miguel Torrecilla, lo tenía en un lugar privilegiado de su agenda. Forma parte de ese núcleo con pasado salmantino trasplantado en bloque a Vigo. Llega a préstamo por parte de la empresa que posee sus derechos, con la ambición de convertirse en un buen negocio para la firma y el club. Un plan que Mallo ha interrumpido apenas rebasada la mayoría de edad al irrumpir en la plantilla profesional de forma tan inesperada como brillante.

Vasco es un competidor elegante. "Tiene mucho talento", ha declarado sobre el marinense. E igual afirma que la sanción del joven es negativa para el colectivo. "Siempre es malo cuando falta alguien, como sucede con Hugo. Me va a tocar a mí y me siento preparado".

Niega que ese respeto pueda interpretarse como resignación. "Todo el mundo quiere jugar. No soy una excepción. He trabajado todos los días bien. La opción ha sido por otro compañero. La respeto y tengo que seguir trabajando".

A Vasco le ha correspondido un papel áspero. Eusebio lo ha empleado como la sustitución que roba instantes al cronómetro o para una función especializada. "Siempre que salgo, sea 10 minutos o 30 segundos, lo hago con ganas de jugar. Es lo que sé hacer", valora. Aunque el partido sea trascendente, se resta presión: "No es una reválida. Soy un jugador más y lo voy a llevar bien. Lo más importante son los tres puntos".

De igual forma, se conciencia para que la ansiedad no le lleve a buscar un excesivo lucimiento ofensivo en una cancha que tal vez no lo permita: "Ya sé que el campo tiene unas dimensiones un poco reducidas. Si puedo subir, subo; si no, da igual. Mientras ganemos, de p... madre".