Eusebio sangra si le pinchan. Y antes que en su carne, en la carne de los suyos, que le duele más. El entrenador céltico está contrariado. Ha aparecido una grieta en su serenidad, que parecía inconmovible. Considera que los medios de comunicación han sido excesivamente críticos con Yoel y Arthuro; que ha faltado indulgencia a la hora de valorar los errores individuales cometidos en el partido contra el Tenerife. El técnico conversó con ambos jugadores durante el entrenamiento. Los guarecerá bajo su plumón y proclama: "Estamos todos subidos (en el mismo barco) y el que no quiera subirse, ya es problema de él".

El vallisoletano nunca tuerce el gesto ni encrespa la voz. Desde su llegada ha mostrado sobradamente su capacidad de encaje. Jamás se ha negado a responder una pregunta, por incómoda que resultase. Acepta que los pobres resultados son un argumento válido para los escépticos. Es suave, educado, próximo. En la distancia corta se maneja con calidez. Nada que ver con el furibundo Stoichkov, el hermético López Caro o un Pepe Murcia fácilmente irritable. Por eso su frialdad en la rueda de prensa se hace tan palpable. Responde con brevedad, seco, y deslizando un matiz de enfado en el tono. "Ójalá nos sirva (el partido contra el Tenerife) para darnos cuenta todos de que vamos en un barco, la travesía está siendo difícil, pero necesitamos la ayuda de todos y que todos rememos en la misma dirección. Estamos todos subidos y el que no quiera subirse ya es problema de él".

Envía el mensaje sin concretar la identidad del destinatario. Despierta el interrogante que un periodista intenta resolver.

–Dejaste entrever que había alguien con quien no estabas contento. ¿Es alguien de la plantilla?

–No. No miréis muy lejos.

Invita, o sea, a la introspección de la prensa. Se sube al autocar sin otra aclaración, más relajado en las preguntas finales. La cuestión no llega a enfrentamiento. Extraña simplemente porque es el primer enfado de Eusebio.

El entrenador había leído los periódicos generalistas y deportivos por la mañana, como suele. Le ha molestado que a Yoel se le señale como el culpable de que la eliminatoria no esté decidida por culpa de su mala salida en el gol tinerfeño; que a Arthuro se le reproche tanto la ocasión que desperdició a puerta vacía. Para él, son deslices asumibles, que no empañan la brillante actuación del Celta.

Eusebio quiere proteger a sus futbolistas. A Yoel, porque tiene la piel sensible de un chico de 19 años, aunque el portero asegure que ha asimilado sin secuelas el fallo. A Arthuro, tal vez porque aprecia que su carácter necesita ese soporte, si bien también el ariete asumió los silbidos del público. Eusebio eligió al brasileño sobre otras opciones. Lo recordaba de cuando jugaba en el Alavés y le marcó un golazo a su Barcelona. Lo ve adecuado para proporcionar al Celta una mayor riqueza táctica. Su juego de espaldas permite apostar por el estilo directo si el combinativo se estanca. Ya lo defendió minutos después de que concluyese el partido ante el Tenerife: "Me ha encantado su comportamiento y la aportación que nos ha dado". Esa confianza no ha experimentado ninguna vacilación.

Ha sido apenas una arruga en el ceño. Poco en un mundo tan exagerado a nivel emocional como el fútbol. Resalta porque la actitud "zen" que Eusebio mantiene en la escena pública tiene fisuras. Una pesadumbre pasajera tras la derrota ante el Hércules había sido su único atisbo de fragilidad.Y al cabo es humano. Si le pinchan, también sangra.