Quique Sánchez Flores, un técnico con fama de meticuloso y estricto, con un pasado madridista como jugador y en sus inicios como entrenador, es el elegido para sustituir en el Atlético de Madrid a un Abel Resino, estandarte del "Atleti" pero que ha pagado con la destitución los malos resultados.

Quique asume de esta forma uno de los mayores retos de su corta pero prolífica carrera como entrenador, que inició a los 32 años tras "colgar las botas" como jugador dirigiendo a uno de los conjuntos juveniles del Real Madrid, en la campaña 2003-04.

De ahí, apenas un año después, dio el gran salto al fútbol de elite al ser elegido por el máximo mandatario del Getafe, Ángel Torres, para llevar las riendas del equipo una vez que el "primer elegido", el también ex madridista José Miguel González Martín del Campo "Michel", rechazó dicha opción.

Curiosamente, Michel es el actual entrenador del Getafe, al que llegó en los últimos meses de la pasada campaña.

Mantuvo la categoría para el Getafe

En Getafe, un novel Quique afrontó la difícil misión de mantener al equipo en la máxima categoría del fútbol español. Logró el objetivo dejando además pinceladas de buen juego y ya mostrando un carácter meticuloso.

Su buena labor como getafense le dieron ya un nombre como técnico que hizo que el Valencia se fijase en él para sustituir, en verano de 2005, al italiano Claudio Ranieri, que afrontaba su segunda etapa como técnico valencianista tras la marcha de un Rafa Benítez, curiosamente, también con pasado madridista.

En el Valencia, equipo que vio en 1984 a Quique debutar como jugador en la Primera división española, el madrileño también creció como técnico.

Quique demostró ser un técnico serio y riguroso, amante de los "detalles" del juego y con pulso firme a la hora de afrontar conflictos con jugadores importantes como el delantero holandés Patrick Kuivert o el defensa italiano Amedeo Carboni.

Problemas con Carboni

Con Carboni su mala relación se prolongó más allá del terreno de juego ya que mantuvieron las discrepancias al acceder el italiano al puesto de secretario técnico de club tras su retirada como jugador.

Aún en esas circunstancias, consiguió ganar el pulso y mantenerse en el equipo propiciando la destitución de Carboni.

Pero, a pesar de que consiguió clasificar al conjunto levantino para la Liga de Campeones -uno de los principales objetivos para los que había sido contratado-, sus apuestas tácticas empezaron a no gustar ni a la directiva ni a una afición que hizo célebre el cántico de "Quique vete ya", en los partidos disputados en el estadio de Mestalla.

Su querencia por el fútbol táctico, sus rígidos esquemas, que a veces pecaban de exceso de control y poca alegría, hicieron que fuera acudo de practicar un juego poco vistoso y atractivo.

Ello, unido a una mala racha de resultados provocaron su destitución al comienzo de su tercera temporada en el club valenciano.

La Copa con el Benfica

Tras varios meses sin entrenar, el Benfica lisboeta se fijó en él para devolver al equipo a lo más alto en Portugal. Conquistó la Copa de la Liga Portuguesa, pero no pudo pasar del tercer puesto en la competición liguera y acabó rescindiendo su contrato de mutuo acuerdo.

Ahora, se le ofrece la oportunidad de volver a entrenar en España y en un club de los más importantes; justo en el que fue su "eterno rival" cuando inició a jugar en las categorías inferiores del Real Madrid, donde le llevó su padre, el ex futbolista madridista Isidro Sánchez.