Balaídos se le atraganta a un Celta que se mantiene una semana más en la caverna de la clasificación. Ni tan siquiera el subidón de los últimos siete días con dos triunfos consecutivos (en Liga y Copa) permitió a los de Eusebio conseguir la primera victoria en su estadio. La impidió el Albacete de Pepe Murcia y la propia actitud de los vigueses que cayeron en picado en la segunda parte tras situarse por delante en el marcador.

El Celta las pasó canutas para lidiar con una filosofía de juego que consiste en chocar, correr y jugarse el partido en las situaciones de balón parado. Eso es el Albacete de un Pepe Murcia que llegó a Balaídos con el depósito de rencor casi a máximo y convencido de tener el antídoto para combatir la animosidad de los de Eusebio. Los vigueses son un equipo en plena pubertad, que aún echa de menos un punto de veteranía para competir con mayor solvencia ante conjuntos que van a meterles en una guerra de trincheras para la que no están preparados, en un cuerpo a cuepo para el que no han nacido. Y por ahí vinieron los problemas de un Celta que no encontró el ritmo para imponer su teórica velocidad superior en la circulación del balón y en las piernas. Eusebio, con su tradicional 4-3-3, situó a Joselu en punta con Aspas y Abalo en los costados. Es un planteamiento que algunos futbolistas aún no terminan de digerir y que reduce las prestaciones de forma evidente de Iago Aspas -un tipo que hace diferente el juego cada vez que entra en contacto con la pelota- cuando se le sitúa en la banda. Cambió de posición con Joselu, pero el resultado siempre era el mismo: el Celta jugaba sin banda izquierda y apenas encontró quien sirviese de enlace entre el medio y los delanteros, lo que facilitó la guerra de guerrillas ordenada por Pepe Murcia. Volvía a cumplirse la máxima de que resulta más fácil destruir que tratar de edificar una obra decente.El Celta se quedó en evidentes buenas intenciones mientras el Albacete, bien pertrechado, estuvo más cerca del gol que los vigueses gracias a su solvencia a balón parado donde hasta en tres ocasiones generaron peligro.

Al Celta le sonrió la fortuna en el arranque del segundo tiempo. En la primera falta a favor de los vigueses Trashorras puso un balón primoroso en el corazón del área que Joselu, ante la pasividad manchega, cabeceó al poste y Aspas convirtió en el primer gol del partido. Desgraciadamente el Celta acusó el gol a favor más que el Albacete. Los de Eusebio dieron un par de pasos atrás y se dejaron comer el terreno por los de Pepe Murcia sin abrir la boca. En eso minutos fue evidente el naufragio de los medios vigueses que se vieron desbordados ante un equipo que parecía llevar mejor el paso del partido sobre un terreno de juego algo pesado y que digería mejor los cambios realizados por los técnicos, faceta en la que Eusebio no le dio nada al equipo con la entrada de Michu y Saulo.

Con el partido desbocado y el Albacete examinando a Falcón el choque vivió un momento determinante con el penalti señalado a favor de los manchegos y que Salva falló tras convertir su lanzamiento en una guerra personal con el público de Balaídos. Como ya es tradición el jugador fue increpado desde que asomó por el banquillo para calentar y el penalti se produjo cuando llevaba un minuto en el campo. Pidió el balón pese a las dudas de algunos de sus compañeros, hinchó el peso y lanzó pensando posiblemente en la celebración. Y Falcón se lo detuvo entre el jolgorio general.Por aquel entonces el Albacete había inclinado el campo hacia la portería de Falcón mientras al Celta se le notó faltó de aire. Fue curioso comprobar cómo los manchegos, cuando quisieron atacar, demostraron tener recursos y futbolistas para hacer daño. De ahí que resulte incomprensible su comportamento de la primera mitad. Acabaron por encontrar su premio gracias a Salva y Merino que sacaron petróleo de una indecisión defensiva de los de Eusebio.