Corría el año 1996 y a los 27, Michael Shumacher fichó por Ferrari con la aureola de estar llamado a ser uno de los grandes de la Fórmula 1. Ya había ganado dos campeonatos con Benetton (1995 y 1995) y en la casa roja querían un piloto triunfador, acorde a su ilustre historia. Tuvieron que esperar hasta el año 2000 para que el alemán les diese el primer título, pero después llegó una dictadura de cinco temporadas, durante las que fue casi imposible bajar al alemán del cajón. Una época que en Maranello añoran. El triunfo de Raikkonen hace dos temporadas sabe a poco. Son conscientes, además, de que aquel éxito fue más bien producto de la guerra civil interna que se vivió en McLaren. Ferrari quiere otra tanda continuada de gloria y de ahí la operación finalmente hecha oficial ayer.

La carrera de Fernando Alonso se parece cada vez más a la del Kaiser. Igual que el de Kerpen, el asturiano consiguió dos títulos muy joven, cuando apenas le había dado tiempo a tomar conciencia de lo que era la Fórmula 1 y su enrevesado entorno. Schucmaher debutó en un equipo pequeño, Jordan, y Alonso lo hizo con el artesanal Minardi, donde llevar el coche cada quince días a la meta era una odisea. Trece años después de la llegada de Schumi a Ferrari, Fernando Alonso desembarca en el equipo rojo con la misma sed de victorias. Y seguramente, a nivel profundo más allá de la alegría inmediata, con la intención de que el mono rojo sea el último que vista en su vida, como sucedió con Schumacher.

Flavio Briatore, ahora defenestrado tras el escándalo del "caso Singapur" se apuntó desde Benetton el tanto de conseguir dos títulos, cuando menos, sorprendentes. Con un equipo pequeño, lejos de las inversiones multimillonarias de los grandes y de la mano de un joven piloto. La misma hazaña la repitió en Renault (2005 y 2006) junto a Fernando Alonso, gracias a sendos comienzos de año espectaculares.

El asturiano tiene ahora 28 años y llega a la casa roja en plena madurez como piloto. Ya sabe lo que es ganar dos campeonatos y también lo que es sufrir en una segunda etapa sin tanta gloria. Su hambre de títulos es infinita y espera que su primer campeonato con Ferrari no demore los cuatro años que tardó en ganarlo Schumi, un modelo cuyo itinerario vital está copiando en lo sublime y lo doloroso.