El Gestibérica Ciudad de Vigo Básquet se desliza hacia su desaparición sin demasiado ruido ni grandes lutos. Cada hora lo aproxima más a la incomparecencia del equipo en Barcelona, donde debe jugar el viernes y no lo hará por huelga de la plantilla. A la segunda falta será expulsado de la competición. Y no hay visos de arreglo, ningún dinero en perspectiva que permita pagar esas dos mensualidades, de las cuatro que se deben, que los jugadores exigen para deponer su actitud. El propio presidente del club, Juan Vieites, constata: “La situación está fea, muy fea. Nadie quiere echar una mano a este proyecto”.

Los billetes para la Ciudad Condal están pagados. Se desperdiciarán, si no se utilizan, y al gasto se le sumará la multa que implica no presentarse al choque (el castigo se completa con la pérdida de un punto). A la directiva le gustaría que el equipo hiciese otro paréntesis en la huelga, como hicieron ante el Caja Rioja, considerando que los sueldos están garantizados mediante la ejecución del aval. Pero eso no sucederá hasta julio y no consuela a los jugadores. Y Vieites acepta: “No podemos obligarles a jugar. El desánimo seguramente ha influido, además de las lesiones, en las últimas derrotas. Hasta hace poco luchábamos por el ascenso directo a la LEB Oro”. Es el resumen de cómo se ha acelerado el deterioro del club.

La directiva del Gestibérica Ciudad de Vigo apunta al Concello como el único que puede salvar a la entidad. “Pedimos a los responsables municipales del más alto nivel que cumplan sus compromisos”, indica Vieites, sin especificar. Se refiere a Abel Caballero y Santiago Domínguez, alcalde y teniente de alcalde. En el Gestibérica sostienen que asumieron el reto de la actual campaña en función de las promesas que recibieron por parte de ambos políticos, vehiculada a través de la captación de patrocinios cuando no de inversión publicitaria directa.

Detalla el presidente que el club ha ido ajustando sus cuentas en estos tres años de existencia para adaptarse a la coyuntura económica particular y general. El Ciudad de Vigo Básquet, que dispuso en el ejercicio de su nacimiento de un millón de euros, tiene ahora un presupuesto de 600.000. “Y hubiera sido de 500.000 o 400.000 si no nos hubieran realizado determinadas promesas”.

Entre los dirigentes se palpa casi la resignación a desaparecer. “Las aportaciones de la directiva sólo pueden llegar hasta un nivel”, indica Vieites, y ese punto de saturación se ha alcanzando. “No podemos individualizar, pero hay situaciones como los avales de las que responderán los directivos”. La ejecución de esas garantías para pagar a la plantilla será el último episodio de este sueño del baloncesto masculino vigués de elite, su esquela.