Tiemblan los cimientos del Centro Tecnológico McLaren, en Woking. En la futurista sede de la escudería no entienden cómo se les han podido ir las cosas de las manos de tal manera en las últimas semanas. Una institución acostumbrada al cálculo milimétrico, regida durante años bajo la batuta cuasi militar de Ron Dennis, no hace más que resbalar en los circuitos. El título in extremis de Hamilton en 2008 aparcó los reproches por el vergonzoso caso de espionaje del año anterior y la descomunal sanción consiguiente. Unos meses más tarde, a las primeras de cambio, el impoluto equipo inglés -Mercedes pone su cuota alemana pero el espíritu es británico sin reservas-, autodenominado paladín de la transparencia y el juego limpio, se queda desnudo ante la justicia. Hamilton mintió a los comisarios del Gran Premio de Australia y perjudicó a sabiendas a Trulli para preservar el podio que le dio el castigo previo al italiano.

Ahora se sabe que su director, Martin Whitmarsh, ha enviado una carta a la FIA disculpándose “sin reservas” por los hechos de Australia. “Estamos cooperando. He escrito al presidente de la FIA, Max Mosley, pero antes del día 29 no puedo decir nada”, abundó Whitmarh. Esa fecha, el próximo miércoles, está fijada una reunión extraodinaria del Consejo Mundial de la FIA para analizar, y posiblemente castigar, el comportamiento de McLaren en la primera carrera.

En la carta admiten haber incumplido el reglamento, lo que deja a la escudería a merced de la Federación Internacional del Automóvil, de quien se espera una fuerte sanción.

McLaren no se anduvo con tantos rodeos a la hora de mandar a su piloto estrella al matadero y obligarlo a mentir ante los comisarios tras un incidente con Trulli, mientras el coche de seguridad estaba en la pista.

Los 100 millones de dólares y la pérdida de todos los puntos en el Mundial de constructores que les cayeron por espiar a Ferrari pueden quedarse cortos si la justicia se aplica con la dureza que suelen sufrir los reincidentes. Tramposos en 2008 y mentirosos un año más tarde.

En Albert Park, Trulli adelantó a Hamilton a dos vueltas del final cuando el inglés se apartó y redujo la marcha, lo que indujo al italiano a pensar que tenía problemas.