El equipo masculino del Celta de atletismo acude hoy desahuciado a la primera jornada de la División de Honor. Las esperanzas de permanencia se cifran en las dos siguientes jornadas. Con sus principales figuras en la expedición, en Avilés hubieran aspirado a la tercera plaza. Diezmado, el cuarto puesto resultará casi inevitable. Pero esta previsión no borra la sonrisa de los bravos que parten hacia la ciudad asturiana, una extraña mezcla de viejos leones del tartán y jóvenes cachorros. Disfrutan porque se sienten familia.

Universidad de Oviedo y Playas de Jandía deben mostrarse hoy muy superiores. También la Universidad del País Vasco. Los célticos tiene diez bajas de consideración y entre ellas las de varios teóricos campeones de prueba: los lesionados Contreras, Raúl Moya, Lombao, Rabadán, García Porto, un Ait Khamouch que está de viaje en Marruecos, un Ignacio Fernández que acude a su acto de licenciatura universitaria... Y encima la tendinosis obliga a David Gómez a limitar su participación a los lanzamientos. La acumulación de contratiempos es de grueso calibre.

Pero viajan igual treinta atletas y dos directivos para algo más que cubrir el expediente. “Hemos formado el grupo combinando veteranos con jóvenes a los que queremos ver compitiendo para valorarlos de cara a próximas jornadas”, indica el director deportivo del Celta, Alex Gutiérrez.

Lo extraordinario es el espíritu de los veteranos, gente curtida en mil batallas que aparca sus vidas privadas, oficios y horas de entretenimiento familiar, para desfondarse en los kilómetros de carretera hacia Asturias y las carreras, saltos y lanzamientos que les esperan allí. “Son los que siempre nos sacan las castañas del fuego”, ensalza Gutiérrez. Los que no fallan en las horas malas y que se retirarán a un segundo plano cuando toque jugarse la permanencia en la segunda o tercera jornada.

Pero en realidad este Celta “son ellos, los Juanpa, Isma....”, dice Gutiérrez iniciando una larga enumeración. “Competir en la liga de clubes nos merece la pena por esta gente. De lo contrario, no tendría sentido”. Son célticos de corazón, que aportan sentido de equipo en el deporte individualista por excelencia, en el que hasta uno mismo es el principal rival a batir. “Todos estamos deseando viajar”, describe Gutiérrez, técnico a la vez que atleta. “Impregnamos de sentimiento al Celta y a veces se lo contagiamos a los de fuera, que por eso se quedan”.