El Celta se resiste a vivir un final de temporada tranquilo. La victoria obtenida frente al Córdoba detuvo la caída y permitió a los celestes poner algo de distancia con el descenso pero no despejó las colosales dudas que existen sobre la capacidad que tiene este equipo para conservar el pellejo en uno de las peores torneos de Segunda División que se recuerdan. Lejos de ello, la incertidumbre sobre el futuro de este equipo se ha acrecentado después de la humillación sufrida ayer a manos del Rayo Vallecano, al que bastaron cinco minutos para ridiculizar a los celestes En sólo cinco minutos el equipo de Pepe Mel desgranó todos los problemas que han acompañado al cuadro celeste este curso y que se resumen en una defensa de chiste, un medio campo incapaz de dar sentido a la pelota y un ataque a todas luces deficiente.

De nada sirvió a Eusebio dar continuidad al equipo que doblegó el pasado domingo al Córdoba porque al Rayo le bastó un cuarto de hora para masacrar a la complaciente defensa celeste. En apenas cinco minutos los madrileños fulminaron al Celta con tres tantos de similar cuño (aunque diferente finalización) que dejaron al descubierto la indigencia defensiva en la que vive instalado este equipo.

El baldeo lo inició Coke, el lateral izquierdo rayista, que hizo un butrón al bueno de Lucas (una desafortunada novedad en la alineación) combinó con Míchel y solo ante Falcón fusiló al inerme portero celeste con un poderoso disparo al palo corto. Aún no se había repuesto el Celta del golpe y el Rayo anotó el segundo. Un nuevo desajuste defensivo en la banda derecha entre Lucas y Rubén permitió a Jofre servir en bandeja el segundo a Aganzo, que cabeceó a la red frente a un desconcertado Falcón. Cuatro minutos después, Aganzo liquidó el partido al empujar sin oposición a la red otro centro desde la derecha de Jofre.

En medio de la confusión, el Celta trató de reaccionar pero ni al pundonor pudo apelar el atribulado conjunto de Eusebio para salir adelante. El Rayo dominó a placer el choque: impuso el ritmo, manejó con inteligencia los tiempos y desactivó con pasmosa facilidad toda tentativa de aproximación a los dominios de Cobeño, dedicado a la vida contemplativa.

Tan sólo un disparo al poste de Trashorras maquilló el grotesco primer tiempo protagonizado por este Celta miserable e irredento. Con tres goles en el zurrón, el Rayo bajó el pistón pero, incluso sin apretar, pudo el equipo de Pepe Mel ampliar el chorreo.

Tras el descanso, Eusebio intentó reaccionar con Abalo y Roberto Lago. Trashorrras retrasó su posición a la medular y el canterano se situó en banda derecha desplazando a Ghilas al costado izquierdo. El invento, completado con el cambio de Roberto Lago por Fabiano, probablemente el único de los zagueros que no hizo aguas en el primer tiempo, tuvo un efecto inocuo para el Rayo, que enseguida anotó el cuarto gracias a otra buena combinación de cuatro futbolistas culminada con un disparo Collantes.

La cosa olía a vejación cuando apareció Ghilas. El argelino emergió de las tinieblas para fabricar un golazo que, al menos, rescató al Celta de la nada. A falta de fútbol al que apelar los celestes tiraron del escaso orgullo que les queda para tratar de cumplir el expediente, pues jamás tuvieron opciones de meterse en el partido. Y así, entre la algarabía de una afición que huele ya el ascenso y tibias aproximaciones de ambos a las porterías, transitó otro de esos partidos que hacen cuestionarse si este Celta será capaz de proporcionar a su gente algo de sosiego.