j.c. ÁLVAREZ  Vigo

Sucedió hace justo 25 años y para muchos aficionados sigue siendo la noche más grande que la selección española les ha regalado. Ocurrió en Sevilla un día que no auguraba nada bueno y que acabó en milagro. La historia la conoce todo el mundo de tantas veces que se ha escrito y hablado de ella. España llegaba a la última jornada de la fase de clasificación para la Eurocopa de Francia de 1984 obligada a ganar por una diferencia de once goles a Malta porque necesitaba recuperar el gol average perdido con Holanda. Eran otros tiempos. Mucho más duros que los actuales donde las fases de clasificación se convierten en un puro trámite para los principales equipos del continente. En aquellos años sólo ocho equipos entraban en la fase final de una Eurocopa, cada año grandes selecciones se quedaban fuera de la lucha final y España, una notable selección que la Quinta del Buitre reforzaría a partir de 1985, se había cruzado con la Holanda de Gullit. La mayor capacidad goleadora de los "orange"_parecía decisiva y España estaba condenada a lograr la mayor goleada de la historia del fútbol de selecciones en Europa.Una barbaridad en la que sólo creían un puñado de locos.

España venía además de unos tiempos complicados, de la depresión futbolística que había generado el Mundial de 1982 en el que España se pegó en su propia casa un estacazo tremendo. Sin embargo, ocurrió un hecho determinante para que el conjunto de Miguel Muñoz creyese en el milagro. Cuatro días antes Holanda se midió a Malta y los holandeses cometieron el error de creer que el 6-0 les valía para estar en la Eurocopa. Esa victoria aumentó a once la diferencia de goles a su favor. "Distancia suficiente", pensaron. Pero España se hizo con el vídeo del partido al día siguiente y en la concentración de Sevilla observaron asombrados que los holandeses, jugando sin dar la impresión de darlo todo, generaron más de una docena de oportunidades clarísimas de gol de las que sólo convirtieron la mitad. Bonello, el portero maltés que acabaría haciendo anuncios en España, estuvo impresionante aquella noche y de alguna manera había abierto la puerta a la esperanza de los españoles más optimistas. Los de Miguel Muñoz entendieron que disfrutarían de las ocasiones suficientes, pero que apenas podrían fallar. Una presión extra.

La cuestión es que el miércoles llegó y España seguía sin prestar mucha atención al partido de aquella tarde en el Benito Villamarín. Diluvió toda la mañana en Sevilla lo que ayudó a que el campo se pusiese lo suficiente rápido como para mantener una velocidad en la circulación que complicase la vida a los malteses y Muñoz se decantó por un equipo con tres defensas (Camacho, Goico y Maceda), con Gordillo y Carrasco bien abiertos en las bandas para que lloviesen los centros y luego con Sarabia, Rincón y Santillana en el área dispuestos a cazarlo todo.

El partido no pudo comenzar de peor manera. España falla un penalti en el minuto 1 (Señor lo lanzó al poste), marca el primer tanto en el minuto 15, pero en el primer disparo maltés a portería el balón tropieza en Maceda y sorprende a Buyo que no puede evitar el empate. España empujó, pero al descanso sólo llegó con un 3-1 que sonaba a muy poca cosa y que le obligaba a marcar en el segundo tiempo un gol cada cinco minutos. Dice la leyenda que en el vestuario Rincón se hartó a pegar puñetazos convenciendo a sus compañeros de que era posible aquella proeza, pero suena más coherente la versión que dice que salieron a "ver qué se podía hacer" como confesaría Muñoz ese mismo día. También hay quien dice que en el descanso los malteses recibieron una oferta "irrechazable" para no entregarse a tope...

La cuestión es que España salió como una posesa, que Maceda se instaló de delantero centro y que entre el minuto 60 y 66 se produce algo mágico. En seis minutos se marcan cuatro goles y España se sitúa 9-1 con veinticinco minutos por delante. El sueño parece posible. El problema es que a España le llega una especie de crisis de ansiedad y llega al minuto 78 sin marcar ningún otro gol. Pero entonces aparece un cabezazo de Rincón, un remate de Sarabia y el delirio a falta de seis minutos cuando Señor engancha un disparo desde fuera del área que sorprende a un asustado Bonello. España estalla, José Angel de la Casa lanza al aire su "gallito"_más célebre y la selección se mete en la Eurocopa que no ganó de milagro. Los micrófonos se acercan a Miguel Muñoz que sin volverse loco dijo aquello de "ahí están los doce;_les vamos a hacer tres más". Ese milagro cumplió ayer 25 años.

ficha

España. Buyo; Maceda, Goikoetxea, Camacho; Señor, Víctor, Gordillo; Carrasco, Sarabia, Rincón (Marcos, 88´) y Santillana.

Malta. Bonello; E. Farrugia, Tortell, Holland, Azzopardi; Buttigieg, Demanuelle, Fabri, R. Farrugia (M. Farrugia, 72´); De Giorgio y Spiteri Gonzi.

Goles. 1-0 Minuto 15, Santillana. 1-1, minuto 24, De Giorgio. 2-1, minuto 16, Santillana. 3-1, minuto 29, Santillana. 4-1, minuto 47, Rincón. 5-1, minuto 57, Rincón. 6-1, minuto 62, Maceda. 7-1, minuto 63, Maceda. 8-1, minuto 64, Rincón. 9-1, minuto 66, Santillana. 10-1, minuto 78, Rincón. 11-1, minuto 80, Sarabia. 12-1, minuto 84, Señor.

Árbitro. Erkan Goksel (turco). Expulsó en el segundo tiempo al maltés Demanuelle por dos amarillas.

Incidencias. Partido disputado en el estadio Benito Villamarín de Sevilla ante cerca de 25.000 espectadores.

Formación de aquella noche histórica. Arriba, de izquierda a derecha:_Camacho, Maceda, Goicoetxea, Gordillo, Señor y Buyo. Abajo:_Carrasco, Víctor, Santillana, Rincón y Sarabia.

Buyo, el único gallego de aquel equipo

En aquel equipo legendario Paco Buyo constituye la aportación gallega. El meta hacía su estreno en la selección española porque Arconada, el indiscutible titular de aquel tiempo, había sufrido una lesión unas semanas antes y se había perdido el partido. En un tiempo en que no había amistosos para fogear a otros futbolistas, a Muñoz le tocó hacer debutar a un portero. Se sabía que era un buen día para estrenarse porque nadie esperaba demasiado trabajo para el guardameta. Quiso el destino que el primer balón que tocó Buyo fue para recogerlo del fondo de la red después del gol del empate de los malteses. Poco más se le vio aquel día.