El Atlético de Madrid cedió hoy el trono del grupo D de la Liga de Campeones al no poder pasar del empate (0-0) ante el Olympique de Marsella, que con ese resultado se garantizó el tercer puesto del grupo, sinónimo de clasificación para dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA.

Se había anunciado como un partido explosivo por las posibles reacciones de los radicales marselleses a la condena a tres años y medio de cárcel a su colega Santos Mirasierra por haber golpeado a un policía durante el encuentro de ida disputado en el Vicente Calderón el pasado 1 de octubre.

Pero la bomba quedó desactivada con la liberación condicional del ultra horas antes del inicio del encuentro, lo que acabó con todo conato de protesta por parte marsellesa y pareció anestesiar un encuentro que se quedó en nada. Los franceses, que se jugaban seguir en Europa, parecían conformes con ver a su hinchada feliz con la liberación de Santos. Buscaron más el gol que sus rivales, pero demostraron una enorme ineficacia, un defecto que les lastrará en su nueva competición, aunque se consideren uno de los mejores equipos de la misma.

El Atlético puso menos en el campo, apenas dispuso de ocasiones, no disparó entre los tres palos rivales durante toda la segunda mitad y vio como se le escapaba el primer puesto del grupo D en beneficio del Liverpool.

El equipo francés y el madrileño empataron a errores, a juego impreciso y a falta de criterio. Pareció como si el partido hubiera terminado antes de empezar, cuando el juez madrileño abría la jaula de Mirasierra y con esa decisión hubiera acabado con el auténtico motivo de discordia entre ambos. Si en los días previos al encuentro se habló poco del aspecto deportivo, el partido en sí no dará mucho de qué hablar. Y lo poco que se diga no será afortunado para los protagonistas.

El encuentro ofreció poco en la primera mitad, con dos equipos apenas capaces de hacerse con el control del juego y de llevar peligro a las porterías rivales.

Las imprecisiones fueron la nota dominante en ambos equipos. Agüero dispuso de la primera ocasión en el minuto 7 cuando robó un balón en el centro del campo y lo condujo hasta el área, pero su pase no pudo ser alcanzado por Pongolle.

A partir de ese momento, el Atético cedió la manija del encuentro a los marselleses, más necesitados de un buen resultado, pero que demostraron las carencias que les han dejado fuera de la máxima competición continental. Sus mejores bazas llegaron en centros colgados al área, donde el Atlético demostró carencias importantes, incapacidad de alejar todo peligro.

Luis García, Agüero y Pongolle no fueron peligrosos y la salida de Forlán por el argentino tampoco dio al equipo más ambición en ataque. Afortunadamente para los de Aguirre, el Marsella no es un grande de Europa y lo dejó claro ante su hinchada.

Aunque en la segunda mitad se estiró en busca de un tanto que le reenganchara a Europa, su pegada es limitada y su juego se resume a las individualidades de Loik Cana en el centro del campo y de Ben Harfa en el ataque.

Con eso pudieron marcar un gol, pero les faltó puntería. Lo intentaron hasta el final sin suerte.

Fueron de los pocos destellos de un encuentro que pareció muerto, que deja al Atlético como segundo de su grupo y que mantiene al Marsella en la competición continental. Pero sobre todo, de un partido que se anunció como el infierno y que resultó frío como un bloque de hielo.