Armando Álvarez  Vigo

El oro no es el material preferido de la joyería por su fulgor dorado, que nos envenena, sino por dúctil y maleable. Es el que mejor se pliega al cincel y a la tenaza, el más dócil al órfebre. El oro puede adquirir mil formas e igual las botas de oro que el celtismo le calzó a Perera. Algunos las ven igual de brillantes; para otros, son hoy de la materia con que se abona la tierra.

Perera fue el sol que iluminó al Celta en el último ascenso. En agradecimiento, la afición le respetó su jerarquía en los años oscuros que vinieron después, cuando era carne de banquillo, revulsivo a disgusto o la única esperanza en el torcido proyecto de la pasada Liga. De sol estival a sol de invierno como el que cegaba a los celestes en la primera mitad. Balaídos se hizo sobre el agua y para la lluvia. La luz no se drena. Las manos eran viseras en cada balón colgado.

Quizá Perera recomendó la elección de campo a su capitán. Ha construido sobre su astucia una carrera que sus piernecillas le negaban. Ayer dibujó las trayectorias de siempre, que ningún compañero quiso ver. Le venció la soledad._En el camino al banquillo, las gradas le tributaron un aplauso. No el entusiasta de antaño sino el melancólico de la nostalgia, como cuando dos que se amaron se reencuentran tras muchos años.

Pero no todos le agradecieron a Perera los goles celebrados. Celtarras le tributó sus iras. Ellos, que entonaban el "Perera, bota de oro" cuando salía a calentar, retorcieron el viejo lema. "Perera, bota de mierda", con perdón, cantaban. Extraña alquimia. Alquimia inversa.

Pues fue el delirio de los alquimistas sintetizar oro a partir de la materia impura. En Fondo han descubierto el proceso contrario, del oro al excremento. Celtarras le reprocha a Perera los modos escogidos para forzar su marcha y su actitud en aquel último partido ante el Alavés, en el que el equipo vigués traicionó al hermano ferrolano. Hay muertes que dignifican una vida; otras la ensucian. Según Celtarras, es el caso. Los más devotos de Chuchi son los más airados.

El resto del encuentro se fue entre silencios y palabras. El silencio, en memoria de Juan Camilo Mouriño. Ni los críticos con el presidente lo quebraron. Bajo la camiseta son padres que saben o intuyen cómo duele perder a un hijo. Palabras, las susurradas por Danilo a Trashorras para que le dejase lanzar una falta que lo vindicase. Al lucense lo embelesó con sus susurros. "¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras?", quizá le dijo antes de enviar el balón a la barrera. El Rayo que no cesa.