El ciclismo español ha sacado petróleo en el Tour. Sastre se convirtió en el séptimo español en conquistar los Campos Elíseos, Oscar Freire se llevó por primera el maillot verde de la regularidad, la cosecha fue de cuatro triunfos de etapa. En fin, éxitos que continúan la dinámica ganadora del deporte español, tal y como admitió el director del Tour, Christian Prudhome.

Pintan oros para el ciclismo español, que mira ahora con optimismo las próximas citas. A Pekín irá un equipo de lujo con todas las opciones de medalla, en la Vuelta se presume una participación de lujo, con el sueño de ver el trío de estrellas compuesto por Contador, Sastre y Valverde, y en el Mundial de Varese hay que abrir las puertas del optimismo.

Pero la situación del ciclismo ha vivido de nuevo su parte más oscura en el reciente Tour, y, desgraciadamente, también hubo protagonismo español. Manuel Beltrán se convirtió a los 37 años en el primer positivo de la carrera, Moisés Dueñas continuó como triste protagonista y finalmente, un equipo español, el Saunier Duval, se fue a casa tras el escándalo de fiasco del italiano Riccardo Riccó.

El cuarto positivo, dado a conocer en la última etapa, lo protagonizó el kazako Dmitri Fofonov, del Credit Agricole.

La picaresca y la falta del sentido de la responsabilidad siguen caminando unos kilómetros por delante de la ley. Los controles, las nuevas leyes antidopaje, la creación del pasaporte biológico, el famoso método ADAMS que persigue a los corredores hasta la cocina, no terminan de eliminar la tentación de la trampa.

El ciclismo no encuentra el kilómetro cero de la lacra del dopaje. Y los patrocinadores se cansan. Los casos de Dueñas y Riccó propiciaron el abandono automático del ciclismo de dos mecenas: Barloworld y Saunier Duval, y otros ya anunciaron su marcha por la depauperada imagen de este deporte en la sociedad.

El Tour volvió a vivir escenas de registros en los hoteles, detenciones de corredores, declaraciones en comisarías y hasta una rocambolesca y excesiva escena del registro policial del coche del padre de los Schleck, pistola en mano incluido. Espectáculo propio de una película de acción, en ningún caso de una carrera ciclista.

Con un futuro incierto que anuncia crisis económica, el deporte del pedal se encuentra en una etapa de transición respecto a figuras que atraigan la atención de los espectadores. El Tour lo ha ganado Sastre, el mejor, el más fuerte, con todo el merecimiento para una trayectoria de sacrificio y regularidad. Pero la carrera, echó en falta a Alberto Contador, por su estilo y condición de escalador a la antigua usanza señalado como el corredor que marque la imagen del futuro.

Un futuro que se antoja difícil en su lucha contra el dopaje, la asignatura pendiente. "Vamos a ganar la batalla. Será un camino largo y difícil, pero no vamos a ceder y vamos a eliminar a los tramposos", señaló la organización.

El aviso ya es una realidad. Los patrocinadores se van y las familias se van al paro. El pelotón ha visto las orejas al lobo.