L. M. Pascual / Saint Amand

Carlos Sastre no llora cuando atraviesa la línea de meta de Saint-Amand-Montrond. Levanta el dedo apuntando al cielo y calla. Allí está José María "Chava" Jiménez, el ciclista que puso en el mapa El Barraco, el pueblo de Ávila donde vive el ganador del Tour de Francia de 2008, su cuñado.

"Fue él quien me hizo ver la realidad del ciclismo. Yo era como su hermano pequeño. Aunque éramos muy diferentes fue quien más me ha enseñado y quien más me ha hecho llorar", afirma Sastre, que recuerda momentos "de gran sufrimiento", cuando el hermano de su esposa Piedi falleció en 2004 tras un descenso al infierno de la droga. "Su derrota fue querer ganar esta carrera. Hoy -por ayer- ha sido la victoria de los dos. Siempre soñé con llegar junto a él a una meta, disfrutar juntos de una victoria, tener un momento de gloria compartido. No pudo ser porque murió pronto, pero con paciencia todo llega en la vida y hoy -ayer para el lector- hemos podido llegar juntos a esa meta a la que él quería llegar", afirma con la voz quebrada.

Fue el único momento en el que el ganador del Tour deja entrever sus emociones tras ganar la carrera francesa. El resto del tiempo demuestra que todavía no se cree que se ha ganado el derecho a subir al escalón más alto del podio de París, al que el año pasado pisó Alberto Contador y donde debió haber subido hace dos Óscar Pereiro si hubieran desenmascarado antes al tramposo de Floyd Landis. "No me lo creeré hasta que no atraviese la línea de meta de París", augura Sastre, que ha logrado "el sueño de una vida", el premio a "tanto sacrificio, personal y de la familia".

"Uno piensa que los sueños sólo se cumplen cuando eres niño. A mí me ha llegado al final de mi carrera deportiva. Pero ahora quiero seguir disfrutando de mi trabajo. Me quedan muchos momentos de sufrimiento pero también de saborear cosas importantes".

El secreto de su éxito ha sido "la confianza de todo el equipo", pero también la motivación que ha sabido dar a sus compañeros para que trabajaran cuando los ha necesitado. "Me han dado el mil por mil", asegura.

Sastre tenía tras de sí a todo el CSC, la máquina más potente del Tour. Y con ese respaldo preparó toda la temporada el asalto a la ronda gala, el desafío más importante que afrontaba. "Venía preparado física y mentalmente mejor que nunca, más motivado que nunca. Tenía la oportunidad de mi vida. Hice todo para llegar en las mejores condiciones. Otros años tenía la ilusión de ganar. Esta vez preferí trabajar día a día, hacer las cosas bien".

Su triunfo lo labró en la montaña, donde contó con la colaboración de sus compañeros y donde, dijo, se llevó los momentos más dulces del Tour, en particular en esa escalada en solitario al Alpe d´Huez que le permitió vestirse con una prenda amarilla que ya no se quitará nunca.

Pero también en la contrarreloj de ayer, donde se dejó todas las fuerzas que le quedaban, apoyado en las referencias de su compañero Fabian Cancellara, campeón del mundo de cronometrada, a quien más halagos dedica.

Sastre habla de dopaje y de escándalos, lamenta que haya tramposos en el mundo de la bicicleta "como en toda la sociedad", pero rechaza generalizar. "Hay gente en el ciclismo que se sacrifica por lograr sus sueños, sus metas, y lo hace de forma sincera, honrada y trabajadora", afirma. No elude las preguntas sobre Manolo Saiz, su primer director profesional, alejado ahora del ciclismo por su implicación en la "Operación Puerto".

"Las bases que tengo como profesional las aprendí con él, fue la persona que me enseñó a sufrir en la bicicleta. Pese a que tenemos puntos de vista diferentes. No le juzgo, ahora no está en el ciclismo, pero es un técnico grandísimo y este deporte le debe mucho", señala.