enviado especial a hockenheim (alemania)

Había fiesta en el box de Renault una hora después de terminar la carrera. Clásica foto de grupo con el trofeo. En medio, el piloto, exhultante tras el podio. Todo era perfecto en la imagen, habitual incluso en otros tiempos del equipo de Flavio Briatore. Solo había algo que chirriaba. En el centro, con el mono apestando a champán del bueno, estaba Nelsinho Piquet y no Fernando Alonso, a quien se le suponía destinado a ofrecer las pocas alegrías que Renault fuese a disfrutar esta temporada.

El asturiano ya no estaba en el circuito. No pudo felicitar a Piquet por el segundo puesto porque el turno de entrevistas se demoró más de la cuenta y había que poner la proa hacia casa. Alonso, undécimo, se iba con gesto circunspecto, presa de la impotencia, después de comprobar que la mala suerte y la inoperancia del R28 fueron ayer más fuertes que su pericia, determinación y resistencia al desaliento. El Alonso de ayer no se pareció en nada al campeón de otras épocas. Como casi siempre esta temporada, cada intento, cada apuesta salió equivocada. En Hockenheim se vio un piloto muy facil de adelantar con un coche ingobernable. La falta de tracción cada vez es más notoria. Al R28 le cuesta recuperarse después de las frenadas bruscas, no encuentra su sitio en la curva tras el esfuerzo y sale perdedor casi siempre de la lucha uno contra uno.

Ya ni las carreras locas sirven para que el asturiano se suba al cajón, aunque seguirán siendo el único medio para conseguirlo en las ocho citas que faltan. En pocas vueltas, el quinto puesto en la parrilla de Alonso quedó en nada. La primera lucha por la posición le dejó tocado. Después de tres giros, ya era séptimo. Sabía que su único opción era adelantar a Trulli, para interponer al italiano ante Raikkonen. Lo intentó por todos los medios pero no fue posible. La primera vez que se enzarzó con el de Toyota, Kubica se aprovechó para superar a los dos y en el segundo enfrentamiento, Raikkonen dio cuenta del Renault sin ninguna dificultad.

Alonso ya tenía la carrera muy cuesta arriba, más aún tras perder dos posiciones más en el primer repostaje, ante Vettel y Glock. Seis vueltas más tarde, el alemán sufrió un accidente que daría un vuelco a la carrera.

El nuevo escenario tras la aparición del coche de seguridad tampoco iba a resultar beneficioso para Alonso y sí para su compañero. De vez en cuando, la Fórmula 1 contiene la respiración. La amortiguación del Toyota de Timo Glock dimitió de su tarea y el coche blanco se estrelló contra el muro. El alemán salió del habitáculo con algún problema, dolorido en la zona lumbar, pero sin mayores daños, según la exploración posterior. El coche de seguridad era inevitable y provocó dos situaciones importantes. Le quitó a Hamilton los 17 segundos que le tomaba a Massa y puso a Nelsinho Piquet a los pies del podio. El compañero de Alonso, que salió con una estrategia a una sola parada, acababa de cumplir con su repostaje cuando sobrevino el accidente. Cuando todos los coches se fueron a cargar gasolina a la vez, aprovechando que el Mercedes plateado estaba en la pista, Piquet su puso a la cabeza del trenecito, solo por detrás de Hamilton.

Con Alonso ya deshauciado, incapaz de enderezar unas condiciones que se empeñaban en complicarle la vida, la gloria llamó a las puertas de Piquet. Paradojas de la Fórmula 1, el brasileño fue a subirse al cajón en uno de sus peores fines de semana, cuando ni siquiera apareció el sábado por la Q2 y cuando circulaba en la cola del grupo.