"Siempre fue un luchador", dijo a Efe su padre, Juan Guizar, de 41 años. "Nunca lo tuvo fácil, llegó al mundo sin el brazo y con las tripitas fuera -gastrosquisis-, se pasó seis meses en cuidados intensivos del Hospital de California, pero puso empeño por seguir viviendo".

La gastrosquisis es un defecto congénito en el que los intestinos del bebé se salen del cuerpo por un problema en un lado del cordón umbilical.

Juan, que trabaja en una ferretería de Los Ángeles, y su mujer, Blanca Castañeda, de 34 años y empleada de una aseguradora, son mexicanos, de Michoacán y Zacatecas, respectivamente. Él llegó a EEUU en 1977 y tiene otra hija, fruto de una relación anterior.

"La situación de Juanito (como le gusta a Juan llamar a su hijo) era muy delicada; en todo ese tiempo le poníamos música clásica en la radio cuando nos íbamos por la noche...", rememoró sin poder ocultar cierto temblor en sus palabras al explicar la situación.

"Hoy sufre en algunas cosas sencillas para los demás, como ponerse el cinturón o abrocharse los zapatos, con una sola mano es difícil hacerlo, pero siempre ha tratado de hacer las cosas por sí solo", afirmó Juan. "Aprende rápido, sufre pero tiene determinación por desarrollarse".

Para Juan Guizar Jr. no existen barreras, ni físicas ni psicológicas. Tiene alma de pitcher (lanzador) y no deja de sonreír en el campo. Se ajusta sus pantalones blancos, se enfunda una camiseta de los Dodgers (equipo de béisbol profesional de Los Ángeles) con el número 55 y batea la bola con determinación.

"Miraba mucho el béisbol en la televisión pero le metí en fútbol un año y al final me dijo que no le gustaba, que lo que quería jugar era al béisbol", evocó su padre. "Mi hija jugaba al softball y creo que por eso le empezó a gustar".

Ahora Guizar Jr. es uno de los jugadores que forman la plantilla del All Star Wrigley, que reúne a lo más granado del área sur central de Los Ángeles entre niños de su edad. Su sueño, como el de millones de jóvenes, es ser un jugador profesional, a pesar de todas las barreras.

"Sus compañeros al principio le veían medio raro, pero luego ven que le pega a la bola, que saca bien y ya toman confianza; como padre me daba temor a que no le fueran a aceptar, pero con su carisma se gana a la gente", declaró Juan.

Aunque no siempre resulta fácil. "Cuando le preguntan tanto a veces se deprime, pero entiende que se sorprendan. Al verle jugar, que puede superar su discapacidad y actuar como un niño más, me siento orgulloso".

Incluso su mujer, al principio reticente con la idea, se vuelca con Juanito. "Le lleva a las prácticas y a los partidos, antes no quería estar involucrada pero ahora está muy pendiente de él porque sabe que esto le encanta al niño".

El entrenador del equipo, Álex, cree que "necesita mucho trabajo", pero que Juanito "tiene capacidad" para ser profesional.

No obstante, Juan Guizar sabe muy bien qué es lo prioritario en la vida de su hijo y entiende que dedicarse al béisbol de forma profesional es todo un reto, tal vez demasiado complicado de lograr.

"Parte de la vida es superar los fracasos y guardar los triunfos como algo preciado", comentó Juan. "Él tiene tenacidad para ponerle empeño en lo que se vaya a dedicar, pero quiero que acabe la escuela, que tenga estudios y esté capacitado en algo aparte del deporte".

Es tarde ya y la noche se acerca. Juanito acaba de terminar un partido que no se le ha dado bien a su equipo. Sus padres le acompañan de vuelta a casa, entre la 47 y Broadway. El viernes lo volverá a intentar.