enviado especial a CANADÁ

Una discusión de semáforo desató otra carrera loca en Canadá. Kubica se aprovechó del cisco que montó Hamilton en el pit lane para ganar y se llevó a BMW toda la alegría de la primera victoria desde su aterrizaje en la Fórmula 1. Heidfeld completó el doblete; imposible estrenar el casillero de triunfos con más éxito. Frente a las televisiones de medio mundo, los dos pilotos del mono blanco ocupaban un lugar que podía haber sido para Fernando Alonso. La fortuna le dio otra bofetada al asturiano, más dolorosa quizá que la de Mónaco. Esta vez el error estuvo en casa y no tuvo nada que ver con el abandono cuando intentaba, otra vez, adelantar a Heidfeld a la desesperada. La carrera se arruinó para el Renault número 5 cuando le pidieron repostar mientras el coche de seguridad rodaba por culpa de un incidente de Sutil.

La orden chirrió en la cabeza de Alonso, un cerebro que procesa datos a velocidad de vértigo mientras pasa las curvas a 300 por hora. «¿Estáis seguros, chicos?», preguntó hasta en dos ocasiones. El R28 llevaba gasolina para unas 26 vueltas y la idea de convertir ese primer repostaje en el único despertaba en el ovetense esperanzas de podio e, incluso, de victoria.

No hubo vuelta atrás. Las cabezas pensantes del equipo cumplieron con los supuestos que dice el manual previo: un coche de seguridad en el primer tercio de carrera significa repostaje inmediato. Ahí perdió Alonso todas sus opciones de coronarse y no en el accidente de la vuelta 41.ª.

De los pilotos que salieron en la parte delantera, Alonso era el que iba más «largo». Por eso perdió sentido entrar a la primera parada cuando el Mercedes plateado había puesto a todos los coches en fila y a ritmo de paseo.

Heidfeld demostró que actuar a una única parada era una buena idea. Venía desde atrás por una mala tanda de clasificación e ignoró esa vuelta dieciséis para meterse a la calle de los garajes. Tiró hasta la vuelta 29.ª (Alonso podría haber hecho igual con el ahorro de combustible de las cinco vueltas del coche de seguridad) y así contrarrestó la táctica de los que venían muy cargados desde el comienzo y anhelaban un puesto en la cabeza, sobre todo después de ver cómo Raikkonen y Hamilton desaparecían de la lucha y Kovalainen y Massa andaban metidos en luchas menores. Una vez en pista, el alemán no tuvo ritmo suficiente para aguantar a su compañero y no le quedó más remedio que claudicar ante la superioridad de Kubica. Pudo ser el momento de Alonso, que intentó colarse por detrás del polaco. Heidfeld le cerró la puerta y le condenó a un intento casi suicida, parecido al de hace quince días en las calles de Montecarlo.

Aunque rodaba tercero detrás de los dos BMW, se trataba de una posición ficticia que le condenaba, otra vez, a las posiciones anónimas de la zona intermedia. Debía pasar de nuevo por los garajes y tenía la certeza de que Coulthard y Glock le iban a superar, y corría el riesgo de que también lo hicieran Trulli y Barrichello. Por eso, enrabietado a sabiendas de que la gloria se le había escapado por errores en su propio campamento, quiso arreglarlo por las bravas. Se lanzó en varias ocasiones a por Heidfeld hasta que el R28 se deslizó sobre un piano como una bailarina. Perdió el control y su coche quedó tendido en la hierba, con daños en el cambio que le impidieron reintegrarse al pelotón.

Hamilton, error y sanción

Alonso ya tenía la carrera perdida cuando se accidentó. La decepción se fraguó cuando se llevaban dieciséis vueltas de carrera y apareció el coche de seguridad. Hamilton, Kubica, Raikkonen, Rosberg y Alonso, los cinco primeros clasificados, enfilaron la calle de los garajes. A la salida, se montó un tumulto que marcó la carrera. Raikkonen y Kubica cumplieron con el repostaje, pero se quedaron parados ante el semáforo que prohibía abandonar el callejón. Hamilton no calculó que aún faltaban unos segundos para el verde y acabó llevándose por delante al finlandés. «¿No has visto que estaba en rojo?», le afeó el de Ferrari, con los dos fuera de carrera. Una hora más tarde, los comisarios anunciaron la sanción: diez puestos para el inglés en la parrilla de Francia, y también para Rosberg, que a su vez golpeó por detrás al de McLaren en el lío.