2 - Celta: Esteban; George Lucas, Rubén, Agus, Noel Alonso; Vitolo, Michu; Núñez (Okkas, m.76), Canobbio (Jorge Larena, 69) Diego Costa; Perera (F. Sales, m. 64).

2 - Tenerife: Raúl Navas; Marc Bertrán, Sicilia (Arruabarrena, m.46), Culebras, Juanma (Julio Hormiga m.63); Manolo Martínez; Iriome (Cristo Marrero, m.63), Oscar Pérez, Longás, Santos; Nino.

Goles

Min. 15: Perera cabecea un centro de Núñez; Min. 49: Núñez, tras una impresionante galopada; Min. 66: Santos caza un balón muerto en el área; Min. 74: Nino, de tiro cruzado mal desviado por Esteban.

Árbitro

Gorka Gardeazabal Gómez, asistido en las bandas por Aitor Laviña y Vicente Garlito, todos del comité vasco.

incidencias

Encuentro correspondiente a la cuadragésimo jornada de la Liga BBVA de Segunda División. Tarde apacible. Terreno de juego en buen estado. Pobre entrada, con 5.613 espectadores.

La carencia de objetivos priva al juego de su esencia. La Federación debería eximir al Celta de los partidos que por calendario le restan. No es posible, así que hay que exprimir los detalles para encontrarle sentido a estos trámites administrativos. El encuentro de ayer dejó algunos: el debut de Noel, la nueva interceptación de un penalti por parte de Esteban, la absurda autoexpulsión de Diego Costa, la sabiduría de Perera... Sobre ellos, el gol de Núñez, pleno de fuerza y talento. Posiblemente el último capítulo que merecía la etapa celeste del madrileño, un tipo honesto que dignifica las camisetas que viste y que en otras circunstancias económicas convendría retener.

El fútbol sólo se concibe como competición. Lo otro es el juego malabar, los artificios circenses. La plantilla céltica, en su conjunto, posee un nivel técnico muy superior a la media de la categoría. Mejor incluso que los equipos que lograrán el ascenso. Pero no ha sabido convivir con la urgencia del objetivo. Ahora, liberada de toda ansiedad, prueba su valía. Toreo de salón, que entretiene a los escasos fieles de Balaídos.

También el Tenerife, dentro de las limitaciones de Segunda, apuesta por un perfil técnico. Juega al toque, adelantando la defensa para comprimir el campo. Mala táctica ante un adversario relajado. Canobbio, si no le atenaza la tensión, apenas necesita un suspiro para generar peligro. Encontró a Núñez y el centro de éste a Perera. El concepto llevado a la práctica ahora que ninguna debilidad bloquea esa transición.

El Celta tuvo media hora para sentenciar. Le faltó ritmo, frecuencia, un segundo, un centímetro. Le faltó astucia, sobre todo a Diego Costa. Su mala cabeza estropea el fútbol que atesora en sus piernas. Bloqueó de manera ilegal un saque de falta. El rival lo vio y provocó su expulsión. Al árbitro le corresponde la primera amonestación. Gardeazabal se había empeñado en aplicar un criterio absurdo de tan riguroso, lastrando el ya pobre espectáculo.

La inferioridad numérica acrecentó el control tinerfeño. Paradojicamente, este Celta desastroso en tantas facetas ha sabido sobrevivir en esta clase de situaciones a lo largo de la campaña. Quizá, una vez más, porque la adversidad los libera de presión. Esteban detuvo un penalti a Nino en el arranque de la segunda mitad. Acto seguido, Núñez se marcó un jugada antológica, con la galopada que le es natural pero también la definición de un auténtico asesino, cosa que se le ignoraba. Balaídos se rindió al madrileño, cuyo esfuerzo siempre ha valorado.

El Tenerife se dolió por la inesperada puñalada. El equipo de Oltra se encuentra en la misma situación que el Celta antes de la victoria sobre el Cádiz. Su caída en picado provoca un pánico que quizá la clasificación no justifique. El 2-0 frustró el acoso paciente que el técnico local había planeado. Los delanteros se multiplicaron sobre el campo. Empezaron a atacar por compresión del adversario, empujando a los celestes hacia su área. El 2-1 llegó precisamente en la aglomeración de un saque de esquina.

El tanto apenas varió la dinámica. Pero esa proximidad siempre es peligrosa si en las filas adversarias se encuentra Nino, un especialista en robar goles a la nada. Le bastó un grieta y que Esteban ahuecase el sobaco para igualar el choque.

El empate sí alteró el reparto de papeles. Rompió el partido. Abrió espacios en ambas trincheras. Un poco de emoción para despertar a las gradas de su modorra, aunque emoción ficticia, forzada. El fútbol no es esto sino lo que, esperemos, vuelve a comenzar en septiembre.