Thiago Alcántara do Nascimiento lidera a la selección española sub 17 que se acaba de clasificar para la final del Europeo. Es un centrocampista muy pinturero, genial, al que algunos medios catalanes ya sitúan en la primera plantilla del Barcelona. Guardiola propiciaría el desembarco, aseguran. Pero antes de descollar en La Masía jugueteó en A Madroa y deslumbró en el Ureca. Habilidad heredada de su padre, Mazinho.

Nada sorprende en la progresión de Thiago. Mazinho lo llevaba a A Madroa y lo dejaba peloteando con algún amigo mientras él se entrenaba. Lo que restaba público a los profesionales, incluso a aquel grupo inolvidable. Periodistas y aficionados se volvían inevitablemente hacia el otro campo para deleitarse con los malabares del niño. Todos distinguían a la futura estrella en su cuerpecillo.

Thiago regresó años después, concluida la estancia de Mazinho en el Elche. Era alevín, una categoría de la que el Celta carecía. "Estuvo algunos días entrenándose con nosotros", recuerda Javier Maté, entonces coordinador de la cantera. Además de su talento, sorprendía su personalidad, "propia de alguien mayor".

Frustración celeste

Fichó por el Ureca, un buen equipo "en el que él marcaba la diferencia" y que se proclamó campeón de liga. Ya infantil, el Celta lo reclamó. El propio Horacio Gómez negoció con Mazinho su fichaje. Apareció el Barcelona y la opción celeste se quebró entre acusaciones mutuas. Mazinho, al que el club azulgrana contrató de ojeador como se estila en estos casos, acusa a los célticos de haberle planteado mil dificultades; Gómez recuerda la deslealtad de su jugador. Aquel día Thiago emprendió un nuevo rumbo.

"Estamos encantados con su trayectoria", indica Mazinho, contento de que esté "aprovechando las oportunidades que se le presentan". Al campeón del mundo ni siquiera le parece precipitado introducir a su hijo en el vestuario del Camp Nou: "Es un chico muy maduro y está preparado. Ya se verá si ese salto al primer equipo son sólo especulaciones de la prensa o no".

Bojan o Giovanni dos Santos. La consolidación o la factura de la extrema juventud. A Thiago le apetece arriesgarse. Ya debutó con Rijkaard, en la Copa Catalunya. Cuentan que se atrevió a abroncar a sus mayores.

Y no es el último Alcántara do Nascimento en la estirpe futbolística. Mazinho y su mujer Valeria, que jugó en el Xuvenil de Teis, tienen otro retoño con maneras: Rafa. El menor de la saga también milita en las categorías inferiores azulgranas.

No son clones, sin embargo. La genética se ha decantado esta vez por repartir virtudes. Thiago tiene toque, imaginación, desborde y una tendencia a los fuegos artificiales que posiblemente cure con la edad; Rafa, aunque no privado de técnica, es un centrocampista defensivo, "con talento pero más trabajador que su hermano", describe Mazinho. El padre, claro, lo tenía todo. Fue el pivote más completo de su época, para nostalgia de Balaídos. Pero sus hijos, con la mitad de sus bienes a partes iguales, también aspiran a hacer carrera.