Llagostera conquistó el punto clave al vencer por un doble 6-4 a la china Peng Shuai en una hora y 34 minutos sobre la pista rápida del Centro Internacional de Tenis de Pekín. España no alcanzaba la final de la Copa Federación desde 2002.

Con apenas 1.56 metros de estatura, 53 kilos, un pasado deportivo plagado de lesiones, contratiempos y decepciones, la tenista de Cala Millor (Mallorca) está viviendo el momento más dulce de su carrera, sólo comparado al que experimentó tras ganar los dos únicos torneos que figuran en su palmarés, el de Rabat (Marruecos) en 2005, y Bogotá (Colombia) en febrero de este año.

China se le da bien a Nuria Llagostera, ya que en 2005 ganó el título de dobles del Abierto de ese país formando pareja con la venezolana María Vento-Kabchi.

Todo lo que no tiene en estatura y fuerza, Nuria Llagostera lo plasma en técnica, garra y una fe inquebrantable, la misma que le ayudó a superar una trágica desgracia familiar hace cinco años, la separación de sus padres, más tarde, y lesiones, una de larga duración en el codo, y la última, en la muñeca que la tuvo en el dique seco durante todo 2007.

Minimizada su carrera en la isla por los éxitos mundiales de sus paisanos Rafael Nadal y Carlos Moyá, Nuria ha tenido que conformarse con disputar torneos menores y espacios reducidos en los medios de comunicación, a pesar de que el pasado mes de febrero en el Torneo Bogotá protagonizó la mayor remontada en la clasificación WTA, al ascender 40 puestos en la ránking.

A sus 27 años, la tenista balear tiene muchos kilómetros recorridos sobre pistas hostiles, de muy variada superficie, soportando largos e incómodos viajes, a rivales que 'muerden' en cada pelota, siempre luchando lo indecible para contrarrestar su físico menudo.

Además, a lo largo de su carrera ha tenido que vivir a la sombra de los éxitos de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, dos jugadoras extraordinarias que han puesto el listón muy alto, no sólo para ella, sino también para el resto de las tenistas españolas.

Pero Nuria, inasequible al desaliento continúa a lo suyo. Al igual que lo hacía en las pistas de Mallorca en sus inicios, devolviendo pelotas desde el fondo de la pista y corriendo sin desmayar a la red.

En esas largas horas de entrenamiento con los veteranos del club Can Simó de Cala Millor, la tenista balear aprendió a ser paciente y a jugar con inteligencia, alternando 'globos' y dejadas con los que ahora contrarresta la potencia del golpe a la bola que predomina en el circuito.

También, le ayudó su rivalidad deportiva con otras tenista de la isla, entre ellas Mónica Amador, con la que disputó numerosas finales en los campeonato de Baleares.

Ese espíritu de superación lo ha trasladado a su carrera profesional y, ahora, a la Copa Federación, donde se ha convertido en una pieza clave de España y de su seleccionador Miguel Marguets.