La estrechez de miras ha vuelto a perder a este Celta manirroto y vacío de ambición. Resignado a su suerte, el desconcertado equipo de López fluctúa entre la nada y el ridículo y con demasiada frecuencia se revuelca en la inmundicia futbolística como gorrino en cochiquera.Difícilmente puede concebirse un segundo tiempo tan miserable como el firmado frente al angustiado y previsible Nástic. Poco importó que el reservón equipo celeste se adelantase a 15 minutos del final porque a su rival le bastaron diez para sacarle los colores y dar la vuelta al marcador en un ejercicio de coraje. Inexcusablemente, el Celta entregó el partido sin resistencia ni asomo de dignidad .

Apología del patadón

El cuadro celeste vivió con cierta comodidad en el primer tiempo porque el rival se empecinó en buscar a Moisés con balones profundos que los centrales interceptaron sin esforzarse. Nada que ver este rudimentario Nástic con aquel equipo de trazo vigoroso que tan buena impresión causó en Balaídos.

Claro que el fútbol es ante todo un estado de confianza y el miedo a perder paralizó paralizó a ambos equipos durante cuarenta y cinco minutos. En el segundo, en cambio, los celestes cedieron al empuje y la necesidad del adversario ocultos en las profundidades de la cueva, hacinados en torno a Esteban.

Cambios pacatos

En la dejación de funciones del Celta mucho tiene que ver el pacato planteamiento de Antonio López. Su falta de audacia en los cambios, su mensaje de resignación ha concluido en abulia y claudicación. Y ya lo dijo Murphy: todo lo malo es susceptible de empeorar.