De repente, fútbol. Es lo que menos interesa al Celta, pendiente de un plan de viabilidad que la directiva considera vital. El `partido´ crucial ha quedado aplazado hasta después del verano, cuando el Concello decidirá sobre el convenio de cesión de Balaídos. Hasta entonces el club seguirá cumpliendo sus compromisos, lo que incluye la disputa de ocho jornadas ligueras.

El Celta se detiene hoy en Tarragona, nueva estación de paso en su abúlico viaje hacia el final de la temporada. La tensión le llegará por contagio. El encuentro sí resulta dramático para los locales, que se juegan el descenso. Si acaso, la victoria le serviría a los celestes para alimentar la teoría del milagro durante algunos días más.

La escuadra vegeta en el limbo desde hace semanas. Gana o pierde por inercia, sin arriesgarse al colapso ni amagar con su resurrección. Es un conjunto fantasmal, condenado por su mala campaña a este estado intermedio entre la vida y la muerte que se refleja en los ocho puntos que lo distancian de Sporting. Su incorporeidad empieza a trasladarse a la plantilla. Quincy no apareció ayer por el entrenamiento. Ni siquiera contestó a las llamadas. El holandés es un mago; primero se transformó en ghanés y ahora, en su último número, desaparece del escenario. A diferencia de los compañeros que se conforman con ausentarse mentalmente, Quincy ha decidido borrarse de forma literal y abracadabrante.

Para Antonio López ya era invisible. Igual que Vara, bautizado como "Varadona" tras su golazo al Coruxo y que habrá disfrutado en Vigo de un año sabático. El técnico lo excluye pese a la carestía de defensas. Con Agus sancionado y Lequi lesionado, Peña vuelve a forzar su recuperación y Lucas regresa de su periódico exilio. Vila, como central reconvertido, será el único recurso en bandolera. Y sobre la cancha, Vitolo, sustituyendo a Rosada. López conservará los otros restos de la alineación que venció al Hércules.

El banquillo céltico será el reflejo más doloroso del fracaso en curso. Canobbio, Guayre, Perera, Sales... Es, al nivel actual, lo que aquella imagen de Revivo, Mostovoi y Chemo del Solar sentados al lado de Castro Santos. Lo de Tarragona resume a un Celta sobrado de calidad para la categoría, pero falto de carácter, fuerza y disciplina.

Es un análisis sobre hechos consumados. El fútbol vuelve ignorantes a los expertos cuando el resultado se compara con las previsiones. Sorprende la situación del Celta, pero también la del Nástic, el visitante que más agradó en Balaídos. Los catalanes se contaban en septiembre entre los grandes candidatos al ascenso y hoy la sombra de Segunda B les hiela los huesos. Por el Nou Estadi pululan un puñado de viejas glorias como Arpón y Moisés, ex céltico cuyo gol inició las glorias europeas del Celta. Y está Adrián, "hijísimo" en Vigo, pero pieza útil para César Ferrando.

En Tarragona, cada minuto se vivirá como una tragedia. Es esa emoción a flor de piel que seguramente el Celta añora, aunque no envidie la situación clasificatoria de su rival; es el dolor y la alegría, la incertidumbre en resumen de saberse vivo que los celestes contemplan desde su pedestal de estatua. Aunque quizá un triunfo les permita fingirse humanos hasta mayo.