Juan Carlos Álvarez / Vigo

1 - Celta

Esteban; George Lucas, Rubén, Lequi (Guayre, m.67) Agus; Jorge, Rosada (Vitolo, m.58), Michu, Roberto Lago; Diego Costa y Perera (Mario Suárez, 75).

1 - Real Sociedad: Riesgo; Carlos Martínez, Labaka, Mikel González, Xabi Castillo; Martí, Garitano, Aramburu; Xabi Prieto (Gari Uranga, m.72), Fran Mérida (Nacho, m.58); Díaz de Cerio (Víctor, m.80).

Goles: 1-0, m.17: Lequi. 1-1, m.41: Díaz de Cerio.

Árbitro: Teixeira Vitienes (Comité cántabro). Mostró tarjeta amarilla a Jorge Larena, Diego Costa y Ariel Rosada por el Celta de Vigo; y a Díaz de Cerio por la Real Sociedad.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la trigésimo tercera jornada de Segunda División disputado en el estadio municipal de Balaídos ante unos 6.000 espectadores.EFE

El Celta se ha instalado en una mediocridad en la que tiene previsto vivir hasta que termine la temporada. Los partidos de este equipo -alejado de cualquier pelea que mantenga el interés de los aficionados-, resultan tediosos, insoportables, una invitación a no volver a asomarse a un terreno de juego. Así al menos se lo tomó la grada, que silbó al equipo con ganas a la finalización del encuentro. Es posible que otras tardes lo hubiesen merecido más,pero la paciencia tiene un límite y el público ha decidido que no le tomen más el pelo. Y si se lo toman, al menos que quede claro que se dan cuenta. Los de Antonio López empataron ante la Real Sociedad en un encuentro que algunos ilusos creían que podría reengancharle a la pelea por el ascenso. Es imposible porque hace tiempo que este equipo ha renunciado a cualquier posibilidad, ha dado la temporada por perdida y se comporta en los partidos de modo funcionarial a la espera de que llegue el verano. Ante los donostiarras, ni el hecho de ponerse por delante en el marcador les sirvió de acicate para llevarse el partido. Siguieron instalados en la ramplonería general y sólo salieron de ella cuando en el último tramo de partido, ante la pasividad de la Real Sociedad, se asomaron al área de Riesgo y amagaron con ganar el partido. Pero se quedó en eso, en un simple amago. Hoy por hoy, para ganar los partidos hay que hacer mucho más.

El partido, en su primera entrega, fue un monólogo del medio del campo de la Real Sociedad, que toreó de manera indecente al Celta. La superioridad numérica -y técnica- organizada por Lillo en esa zona del terreno dio sus frutos y sólo la torpeza de Díaz de Cerio, que se quedó tres veces mano a mano con Esteban, evitó que los vigueses cayesen con estrépito. Frente al control ejercido por Garitano y Martí, Rosada naufragó de forma evidente y sólo el coraje de Michu se salvó de la quema. Sin bandas (Jorge ocupó el lugar dejado por Núñez y Roberto Lago se fue a la izquierda), sin control del balón, sin nada, el Celta fue un juguete en manos de una Real a la que sólo habría que achacar su excesiva obsesión por el toque y su debilidad a juego parado, donde pasaron verdaderos problemas. De hecho, en el minuto 26, en un saque de esquina el Celta encontró el 1-0 en el primer remate a puerta que hacía en el partido. Lequi cabeceó a la red un ejemplar servicio de Jorge ante la mirada silenciosa y cómplice de Riesgo y de los centrales. De poco le sirvió al Celta la ventaja y el cambio táctico que había ordenado Antonio López, quien optó por jugar con un 4-4-2 (cinco jugadores cambiaron de posición: George Lucas pasó al interior; Agus al lateral derecho; Roberto Lago al lateral izquierdo; Jorge a la banda izquierda, Diego Costa en punta...) La pelota siguió siendo de los vascos mientras el Celta ni atacaba, ni defendía. No podía tardar en llegar el empate. Lo hizo cuando moría la primera parte. George Lucas se tragó un recorte de libro de Castillo, este centró y la defensa del Celta permitió la plácida entrada de Díaz de Cerio para empatar el partido de cabeza.

El partido entró en la segunda parte en una fase de indefinición absoluta. A quien más habría que echárselo en cara es a la Real que se estaba jugando sus opciones de ascenso y actuó como si tal cosa. Le hubiese bastado con soplar para llevarse por delante al Celta, pero renunciaron a ello. Tuvieron el control de la pelota, pero fue un dominio inútil, absurdo. Los vigueses se defendieron con cierto orden y en los últimos minutos incluso se atrevieron a lanzar un par de contras tímidas que les pudieron dar el partido. El gol lo tuvo Diego Costa en una ocasión clamorosa y Mario Suárez en un remate de cabeza que resolvió con timidez. El partido se murió y el Celta se queda en tierra de nadie, esperando a que las jornadas pasen lo más deprisa posible. El público silbó. Otros días puede que lo mereciesen más, pero la gente está harta.