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Mónica de Nut: "Escuchar una voz sin tratar te llena de un poder ilimitado"

La cantante viguesa sorprende en el MARCO con una actuación liberadora

Mónica de Nut ayer en el MARCO dirigiendo a la coral. // Javier H. Rodríguez

La cantante viguesa Mónica de Nut consiguió ayer, en apenas 3 horas, instruir y dirigir a una coral improvisada de jóvenes y mayores en la Academia de Sons. Una iniciativa enmarcada dentro del festival Imaxinasons que invita a la experimentación y a la improvisación musical dentro de los pocos límites que propone el jazz. El obradoiro terminó con una actuación entre gritos e improvisada delante del MARCO, llamando la atención de todos aquellos que paseaban por Príncipe al mediodía y que incluso se animaron a participar.

-¿Por qué un concierto de gritos?

-Quizás para mí tenga más sentido que para los alumnos, porque vengo de una formación musical clásica. Aprendes a controlar tu voz técnicamente, a medir los matices, pero llega un momento en que necesitas chillar, cantar mal y desafinar (risas), es decir, liberar todo eso en ti que vas reprimiendo. Lo otro tiene sentido y es necesario, pero de vez en cuando también hay que tirar el atril.

-¿Puede ser que nos reprimamos a la hora de chillar?

-A mí, personalmente, cuando llevo mucho tiempo en una disciplina llega un momento en que necesitas parar y soltarte: romper esos límites. Sí creo que, socialmente, para convivir con tanta gente junta, pues tenemos que inventarnos muchos límites, si no, seguramente, sería un caos muy peligroso. En definitiva, la forma de romper con todo eso es chillar como una loca. ¡No sabes lo que te liberas!

-Da la sensación de que matamos ese poco instinto que nos queda como humanos.

-Sí, aquí los niños no llegan a encontrarse en esa situación. Por eso el taller también fue interesante, porque entre el grupo hubo estos dos extremos: la intuición pura de los niños y, después, las exigencias técnicas de elaboración racional de los adultos. Las dos cosas son importantes. Lo complicado es conseguir equilibrarlas.

-Conseguir liberarnos.

-Sí, a los niños los ordena en el tiempo y en el espacio, se sienten conducidos y en ese tiempo creo que ellos lo disfrutan.

-¿Fue difícil conseguir reunir a la gente para hacerla gritar?

-Al principio hubo un poco de recelo, pero es eso, en la cultura también hay cánones y límites. Es difícil hacer algo diferente y que funcione.

-Lo que busca es transgredir.

-Sí, aunque no buscaba nada en concreto. Lo de los gritos surgió en las clases de canto. Hay gente que afina, pero que no son capaces de sacar su voz, de soltarse. La sorpresa fue que les gustó tanto, que tuvimos que repetir. Ahora parece que es necesario.

-Dice que con esto busca conseguir un algo puro. ¿Qué es ese algo?

-El diamante en bruto. Cuando escuchas una voz sin tratar -algo puro- tal cual es, te llena de un poder ilimitado. Entonces, cuando queremos dar forma e intervenir en nuestro arte, corremos el peligro de que la esencia de esa pureza se estropee.

-¿Diría que es arte minimalista o de vanguardia?

-Las etiquetas te encasillan, así que ni minimalismo, ni vanguardia, es rock and roll (risas).

-Esta actuación transgrede incluso dentro del propio contenido del Imaxinasons.

-Es que la idea del Imaxinasons es esa, el propio nombre lo indica. Desde el principio buscaron dentro del jazz a gente que hiciera sonidos diferentes. Soñar el jazz fundido con otras tendencias, con la experimentación.

-Los dos se salen de los límites.

-Sí, a mí cuando me llamaron lo vi claro, que sí que cuadraba. Además, es la Academia de Sons, no un concierto en toda regla. Quizás si fuese un concierto, sería un poco complicado hacerlo con lo que tenemo. Pero como actividad dentro del festival, me parece genial.

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