La fascinación de Alfonso Armada (Vigo, 1958) por la Unión Soviética comenzó por su literatura y su cine, continuó por su interés periodístico hacia la situación social y política del país y se materializó en una historia de amor con una mujer rusa, con la que estuvo casado un año. Han pasado casi treinta años de aquella historia y ahora, el escritor y periodista vigués ha querido hacer un poético ajuste de cuentas con el pasado con la publicación de "Cuaderno ruso" (Bartleby Editores), un libro en el que regresa a su historia de amor y sus secuelas, "un libro contra los sueños que acaban en pesadillas y los abusos en los que caemos, con el pretexto sublime de la poesía", define su autor.

Todo comenzó en el año 1988 con una sesión de cine en Madrid a la que Armada -por aquel entonces periodista de El País y actualmente director del suplemento ABC Cultural y de la revista digital Fronterad- acudió deseoso de ver el nuevo trabajo del director ruso Elem Klimov, "Adiós a Matiora". Sorteaban un viaje para dos personas a la Unión Soviética -todavía existía la URSS- y él fue el afortunado. Armada optó por hacer el viaje solo y convertir el otro pasaje en efectivo.

Disfrutó de la decadencia de Moscú, Leningrado, Kiev... y "enamorándome locamente de la guía turística, Anna Z", relata. Alfonso continuó su viaje por Polonia, el Berlín dividido, el Canal de la Mancha, Londres, Dublín y, finalmente, Madrid. "Durante seis meses le escribí una carta cada día pero nunca tenía respuesta. Empecé a pensar que tal vez no llegaban a sus manos o que en realidad Anna Z. no quería saber nada de mí. Ya había decidido desistir cuando un día estaba trabajando en El País y me gritaron: "¡Una llamada desde Kiev!".

Era ella. Las cartas le habían llegado a la agencia turística, pero ella misma debía traducirlas al ruso y entregárselas al delegado del KGB. La llamada rompió el maleficio. A partir de entonces, hubo cartas más o menos frecuentes y alguna conversación telefónica y el verano siguiente decidieron encontrarse en Leningrado. "Solo pudimos vernos dos días; ni siquiera la dejaban entrar en los hoteles de turistas... . La invité a venir a España, pero ella no quería abandonar su país".

Aquellas navidades el escritor vigués regresó a Kiev, "justo con la noticia de la muerte de Nicolae Ceausescu y su esposa", apunta. Pasaron sus primeros quince días juntos y, "en una delirante decisión le pedí que se casara conmigo y fijamos la ceremonia para el mes siguiente, sin importarme que mi familia y amigos trataran de disuadirme de la locura". Acompañado solo por dos buenos amigos y por su hermano Eduardo regresó a Rusia. "La noche anterior fue angustiosa, me iba a casar con una total desconocida, pero dar la espantada sería una cobardía y nos casamos siguiendo todas las tradiciones del país", recuerda.

Visto desde la distancia, Armada confiesa que, junto a la pasión amorosa, le pudo también "la curiosidad periodística, conocer desde dentro la vida en el comunismo, todo era muy novelesco, la excitación por ser una desconocida, la inconsciencia de la juventud... tenía todos los ingredientes para fracasar".

Por falta de los visados necesarios, tuvieron que regresar a España sin Anna Z., que viajaría a Madrid tres meses más tarde. El matrimonio apenas sobrevivió un año y no volvieron a saber nada el uno del otro.

El libro, asegura Armada, "cierra toda esta historia". "Es un libro muy amargo, bastante duro, que habla de las ilusiones políticas y amorosas, que nos dejamos engañar por las ilusiones y las promesas de felicidad y la revolución... en realidad es un ajuste de cuentas conmigo mismo", considera. Toda esta historia biográfica, el origen de los poemas, "en realidad no debería de ser necesaria para leer el libro; los poemas no cuentan una historia, espero que sean valiosos por sí mismos porque a través del lenguaje hablan de la pasión amorosa y logran expresar lo inexpresable".

Dos veces hizo Armada experimentos poéticos "en realidad un poco antipoéticos". El primero fue en el año 1982, cuando escribió un poema en gallego cada día del año que mucho más tarde vio la luz con Xerais en "TSC. Diario da noite". Más tarde volvió a repetir la experiencia durante su primer año de casado. La poesía surge en su vida de la "necesidad de escribir de otra manera". "los poemas tienen otro mecanismo, te dejan plasmar las cosas de forma más oblicua, establecen otra conexión con la menor cantidad de palabras posibles. Hay sensaciones que los poemas expresan mejor", reflexiona.

Y la terapia ha sido positiva. "A medida que escribes es como si te quitaras algo que te hiere", concluye.