La elección, el pasado martes, de la nueva dirección de la Real Academia Galega, encabezada por Víctor Freixanes, ha dejado en evidencia la profunda sima existente en el seno de la máxima institución encargada de velar por la lengua: de un lado, los académicos alineados con el Consello da Cultura Galega y el Instituto da Lingua Galega (ILG), el grupo vencedor, y del otro, los disidentes, de tendencia nacionalista y cercanos al ex presidente Xosé Luis Méndez Ferrín, quienes ven en Ramón Villares el urdidor de una estrategia para mantener el poder establecido por el anterior presidente, Xesús Alonso Montero, tras la marcha del autor de Con pólvora e magnolias.

Desde esta perspectiva, la candidatura de Freixanes representa a quienes desde las instituciones citadas pretenden que la Academia sea menos beligerante con el gallego y siga una línea más conservadora respecto a la normativización.

Los disidentes, por su parte, defienden que la RAG debe avanzar en el estudio y fijación de la lengua hacia posiciones de tipo reintegracionista y ser una institución influyente que esté constantemente presente en la sociedad y haga oír su voz ante el poder.

Freixanes, que formó parte del Consello da Cultura (2002-2016), obtuvo el voto de 18 de los 19 académicos asistentes a la sesión extraordinaria. Uno votó en contra y no asistieron nueve: Xosé Luis Axeitos, Manuel González, Euloxio Ruibal, Darío Xohán Cabana, Xosé Luís Regueira, Francisco Fernández Rei, Xohana Torres, Bernardino Graña y Manuel Rivas. Estos tres últimos justificaron su ausencia.

Manuel Rivas, que, a pesar de haber apoyado a Ferrín cuando dimitió en 2013 al hacérsele insoportable la campaña desplegada por sus detractores, en esta ocasión no se alinea con los disidentes y considera que se deben tender puentes para que la Academia funcione unida.

"No fui a votar porque acababa de llegar de Estados Unidos y pensé que el pleno sería el 8 de abril, como estaba acordado", explica Rivas, que coincide en este aspecto con el crítico Xosé Luis Axeitos, secretario de la RAG con Ferrín -y antes, con Xosé Ramón Barreiro Barreiro-.

Xosé Luis Axeitos considera que la dirección saliente convocó el pleno con toda celeridad -cuando había una plazo legal de tres meses- para abortar cualquier posibilidad de consenso -y reparto de puestos - o incluso de presentar una candidatura alternativa, y asegura que Alonso Montero llevaban trabajando en la lista de Freixanes desde hace un año: "Obedece a una política muy estudiada", afirma.

Él y otros críticos, como Manuel González, que el mismo martes dirigió una carta pública a Freixanes, en la que insiste que cualquier intento de diálogo fue imposible, por lo que, ante las diferencias entre los dos sectores, sólo cabía una postura absentista. Por eso no acudieron al plenario del martes.

Rivas se muestra más conciliador. A pesar de que considera que las luchas de poder en el interior de la Real Academia Galega constituyen una auténtica "novela", él rechaza participar: "No me siento metido en ninguna guerra. Lamento lo ocurrido, las cosas no se hicieron bien, pero no vine al mundo para pelear por Alonso Montero ni por nadie". "Los disidentes tienen motivos par disentir, pero esta situación no puede eternizarse", dice Rivas, quien considera que en la Academia "hay demasiado cainismo".