Benjamin Black, el alter ego del escritor irlandés John Banville para firmar sus obras de novela negra, cree que una de las cosas más interesantes de este género de ficción es que hay que escribir con clichés, pero asegura que cada autor debe encontrar una nueva forma de hacerlo.

Quirke, el protagonista de la saga de novela negra de Black, es "un cliché andante", asegura el autor en una entrevista con Efe, un forense que vuelve a sus andanzas en el Dublín de los años 60 en la última entrega publicada en castellano por Alfaguara con el título 'Las sombras de Quirke'.

Lo que menos sospechaba su creador es que Quirke, con sus eternos 44 años, sus problemas con el alcohol y recién incorporado a su trabajo como forense tras una baja, se enamorara en esta ocasión de una psiquiatra austríaca: "Ahora tiene su propia psiquiatra privada", bromea Black/Banville.

Pero no sabe si esta historia de amor durará en el futuro, advierte el escritor irlandés, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, porque su protagonista tiene una vida dura.

"Sería bonito escribir una novela en la que el detective está perfectamente casado, vive con su mujer y tres hijos, no tiene problemas de alcohol ni de drogas, es un buen padre y es feliz, pero nadie lo leería", considera el autor.

Cuando Benjamin Black acaba cada novela sobre Quirke, piensa que no volverá a escribir otra, pero luego descubre que quiere saber qué va a pasar con su hija, con su historia de amor y con su vida y surge una nueva. Por eso confía en que al forense le quede "mucha carrera por delante".

Como su compatriota Samuel Beckett, Banville (Wexford, Irlanda, 1945) cree que un libro es "compañía" y por eso, explica, cuando un autor se despierta en mitad de la noche en lugar de preocuparse por su salud, por su cuenta corriente o por el poco sexo que ha tenido en su vida, empieza a pensar en el libro que va a escribir.

Él, explica, no sabe lo que está haciendo cuando escribe, "es una especie de control del sueño. Nuestros sueños son caóticos pero tienen color, pueden ser entretenidos o nos asustan, pero, cuando despertamos, podemos controlar esas fantasías y podemos hacer historias comprensibles", señala.

Si Quirke viajara al futuro...

Si Quirke visitara el mundo actual quedaría muy sorprendido por la revolución de las comunicaciones, algo que sigue admirando al propio Banville, pero sobre todo le llamaría la atención, dice su creador, cómo ha mejorado la situación de las mujeres en estos años.

También le sorprendería cómo es el mundo de la delincuencia en la Irlanda actual, dice el escritor: "Es increíble, hay enormes bandas de drogadictos que pasan el tiempo estropeando su vida y la de miles de personas y matando a la gente. Es como Chicago en los años 20".

Banville, considerado uno de los mejores escritores vivos en lengua inglesa y candidato al Premio Nobel, vuelve a hablar en esta novela de las sombras del poder y de la poderosa Iglesia católica de la época, "esa que controlaba la vida desde el nacimiento a la muerte, como lo hacía el Partido Comunista en la URSS", asegura.

Para compaginar sus dos personalidades, la de Banville y Black, se necesita organización, indica: "Intenté al principio ser uno por la mañana y otro por la tarde, pero no funcionó". Y ahora, como odia el verano, dedica esa estación a la novela negra, mientras que en otoño, invierno y primavera escribe como Banville.

"Tardo tanto en los libros de Banville que tengo que darme un descanso y escribir uno de Black", dice el autor irlandés, que escribe a diario con un "horario de oficina", desde las nueve y media a las seis de la tarde.

Banville tarda más en escribir porque hace una "especie" de poesía: "Un amigo escritor decía que hay verso y hay prosa, y luego hay poesía, que puede encontrarse en ambos", señala el escritor, que confiesa que solo escribió versos, sonetos de amor, cuando era adolescente para sus novias: "¡Pobres criaturas!", recuerda.