Fue un error histórico e histérico del que se seguirá hablando cuando hayamos muerto. La marcha triunfal de "La La Land" llegaba al final previsto en la 89.ª edición de los Óscar, pero lo que estaba llamado a ser una coronación absoluta con homenaje de por medio al medio siglo de "Bonnie & Clyde" con su veterana pareja protagonista se convirtió de sobre y porrazo en un giro de guión tan brutal que parecía escrito por M. Night Shyamalan ("El sexto sentido").

Warren Beatty vio que la cartulina con el nombre de la película ganadora estaba equivocada, que ahí aparecía Emma Stone cuando Emma Stone ya había subido a recoger su (merecidísimo) premio como mejor actriz. El actor se quedó de piedra, miró al público y a Faye Dunaway, quien, ni corta y por desgracia nada perezosa, no tuvo tantos remilgos y cantó el "La La Land". Y la farsa precedió al drama ante los telespectadores de 225 países: los responsables de la película (que ganó seis de las catorce a las que aspiraba, entre ellas la de mejor dirección, ¿cómo es posible que la mejor película no tenga también al mejor tras las cámaras?) subieron al escenario para dar las gracias sin sospechar la desgracia que se avecinaba.

Fue el propio productor Jordan Horowitz de "La La Land" quien se percató del fallo y así lo desveló con cara de pocos amigos diciendo que la ganadora era "Moonlight", que hasta entonces sólo se había llevado la mejor interpretación masculina de reparto y mejor guión adaptado.

"¡Pero qué has hecho!", le espetó (supuestamente) de broma Jimmy Kimmel al descolocado Beatty, mientras Barry Jenkins, director de "Moonlight", exclamaba que "ni en mis sueños esto puede ser cierto". ¿La buena noticia o la pifia? Si antes de los premios se hablaba del "lalandismo" que invadía Hollywood por la corriente favorable hacia la estupenda película de Damien Chazelle, ahora bien se podría decir que lo que llegó a la ciudad de las estrellas fue el "landismo" de aquellas comedias chuscas de Alfredo Landa en los años 60 y 70.

¿Recibió "Moonlight" el espaldarazo final por las ganas que tenía Hollywood de cantarle las cuarenta a Donald Trump, y que ya permitieron a la iraní "El viajante" ("The salesman") derrotar a la gran favorita "Toni Erdmann"? Representa un tipo de cine opuesto a lo que defiende el tuitero presidente: una historia más o menos poética y más o menos realista de amor homosexual entre negros en una sociedad gangrenada por la droga, el acoso y la violencia. ¿Mejor que "La La Land"? Distinta. Distante. Los Óscar, como los Goya, son fiestas en las que los fuegos artificiales importan más que la calidad de la orquesta. Por eso el fiasco monumental del colofón le vendrá muy bien a efectos de popularidad, paradójicamente, a una gala inevitablemente aburrida durante muchos tramos y en la que Jeremy Kimmel estuvo correcto a secas.

Si en los anteriores Goya hubo quienes echaron de menos más punzadas políticas (incluidos los que reprochan lo contrario cuando las hay), aquí se esperaba un ataque en tromba contra Donald Trump que no llegó. Hubo algunas bromas, sí, pero muy livianas. La de la "sobrevalorada" Meryl Streep fue la mejor, pidiendo una ovación "totalmente inmerecida" para ella y preguntándole si vestía un modelo de Ivanka Trump. También tuvo gracia el tuiteo en la cuenta trumpera "Hey @realDonaldTrump, ¿estás despierto?"). Incluso las intervenciones más "políticas" de Gael García Bernal (hostil "como mexicano, latinoamericano, emigrante, como ser humano, contra cualquier muro formal que nos divida") o la ingeniera de la NASA Anousheh Ansari que leyó un mensaje del ausente director Asghar Farhadi ("Así se divide el mundo") no apuntaron directamente a Trump, quien seguramente se partió el flequillo viendo el grosero error final.

Casey Affleck fue justísimo vencedor por "Manchester frente al mar", también justísimo Óscar al guion original, mal que le pese al ofendidísimo perdedor Denzel Washington. Nada se puede objetar a los galardones a Viola Davis, inmensa en "Fences", y Emma Stone, que da a la ciudad de las estrellas una luz muy especial, una rara forma de naturalidad elegante y precisa en un género tan dado a lo artificioso y lo etéreo como es el musical. Mahershala Ali tiene en "Moonlight" una presencia corta pero poderosa e inolvidable, y da al primero de los tres actos de la película una fuerza de la que carece el segundo y que sólo regresa en el último. Damien Chazelle, a sus 32 años, pasa a ser el director más joven que ha conseguido el Óscar.