Escalofríos en el ''Overlook'' y memoria de la familia rota

Podría apostarse que hay miles y miles de personas que al avanzar por un largo pasillo desierto son visitadas, siquiera un instante, por la imagen de las hermanas Grady, las niñas gemelas de 'El Resplandor'. La intervención de las hermanas Burns en la escalofriante película de Kubrick fue su único papel cinematográfico. Hoy, Lisa Burns enseña literatura, mientras que su hermana Louise es microbióloga. Para llegar a conocer este detalle hay que estar realmente obsesionado por 'El resplandor'. Eso fue lo que le ocurrió -y tal vez le siga ocurriendo- al profesor canadiense Simon Roy, autor de 'Mi vida en rojo Kubrick'. Roy convirtió la película en asunto de algunas de sus clases, la vio al menos 42 veces (el número mágico que se repite a lo largo de la cinta) y, finalmente, descubrió que la locura de Jack Torrance tenía mucho que ver con el infierno en el que su propio padre, el de Roy, había convertido su vida. Entre la obsesión cinematográfica y la exploración de la memoria, una obra en la que el cine sirve para desnudar tormentos personales.

Catulo: amores desgraciados con Julio César al fondo

Antonio Priante (1939), de quien Piel de Zapa recuperó en 2015 'El silencio de Goethe', fue un escritor inédito hasta que, en 1992, dio a las prensas Lesbia mía, que ahora reedita esa misma editorial. Después vendrían obras como 'La encina de Mario', sobre 'Cicerón', o 'El corzo herido de muerte', sobre Larra, en las que confirmó la excelencia de un trabajo pausado, profundo y alejado de las luminarias. Lesbia mía, narración epistolar, orbita la figura del poeta latino Catulo, contemporáneo de César y admirador de Safo. Catulo formó parte de una generación que, alejándose de la épica, cultivó una lírica de lo cotidiano que en él alcanza cimas con unas innovadoras, por subjetivas, composiciones amorosas. El poeta cayó rendido ante Clodia, su Lesbia, dama de alcurnia que tras tomarlo lo dejó seriamente herido. Priante compone en estas cartas un caleidoscopio en el que, además del amor, destellan la amistad y la ambición política, personificada en Julio César.

Los campos de concentración franquistas, novelados

A la altura de 1946 todavía quedaban en la España de Franco 137 campos de trabajo y tres campos de concentración con 30.000 presos políticos encerrados. La derrota del fascismo en 1945 obligó a ir liquidando una estructura, asesorada por la Gestapo nazi, cuya primera piedra fue puesta en Ceuta el 20 de julio de 1936, 48 horas después del golpe militar. Desde ese día, alrededor de medio millón de soldados republicanos, presos comunes y homosexuales pasaron por unos campos cuya existencia ignoran muchos españoles. El más conocido, y el último en ser cerrado, fue el de Miranda de Ebro (Burgos), por cuyos barracones pasaron unos 65.000 republicanos, entre ellos los premios Nobel de Medicina Jacob y Monod. Francesc Grau publicó en 1981 en catalán una novela en la que narra su experiencia como interno en Miranda. La obra se reedita ahora, traducida al castellano como Cautivos y desarmados, en el 70.º aniversario de la clausura del campo.

Vida del guerrero que unificó el Japón feudal

Quienes hace años, no sé ahora, se hayan acercado a un temario de Historia contemporánea del mundo se habrán topado alguna vez con un capítulo titulado 'El fin del shogunato y el Japón Meiji'. Pues bien, en su forma moderna, el shogunato al que alude la lección fue el de los Tokugawa, régimen feudal que arrancó en 1600 y se prolongó hasta 1868, cuando, en buena parte por influencia de EE UU, lo liquidó la occidentalizadora revolución Meiji. El fundador del shogunato fue Tokugawa Ieyasu (1543-1616) -la costumbre nipona hace anteceder el apellido al nombre-, quien puso fin a un largo periodo de guerras civiles y, de ese modo, unificó el territorio bajo su mando como "shogun", gobernante de facto por delegación del Emperador. El orientalista británico A. L. Sadler (1882-1970) publicó en 1937 esta magna reconstrucción de la vida y época de Tokugawa que, ahora, coincidiendo con el IV centenario de su muerte, edita la gijonesa Satori.