"Alemania, el país imprescindible" es el título del primer libro de Begoña Quesada, en el que relata sus experiencias, anécdotas y sensaciones como extranjera que llega al país teutón y se encuentra con unas costumbres y forma de vida completamente diferentes a las españolas. Periodista, doctora en Relaciones Internacionales y exasesora de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, esta escritora novel, como se autodefine, presentó su primera obra la semana pasada ante embajadores y diplomáticos españoles y alemanes.

-Ha tenido público de lujo para presentar su libro.

-La verdad es que fue una sensación muy positiva ver que mi libro servía como excusa para el entendimiento entre los dos países.

-Usted intenta explicar a un español qué se va a encontrar si se va a vivir a Alemania. ¿Esperaba una repercusión tan importante?

-Para nada. Me gusta hacer las cosas bien, y escribí el libro como si fuera a ser un éxito, pero sin esperar que tuviera siquiera una repercusión parecida, y menos para una escritora novel como yo.

-¿Quienes lo han leído en Alemania se sienten identificados con lo que cuenta?

-Generalizar pasa por no poder cubrirlo todo. Al analizar y pensar hay que volar por encima de las pequeñas diferencias para ver el conjunto. Algunos me dicen que no es verdad lo que cuento, o que no se sienten identificados, pero otros sí. A mí me gusta la discrepancia, y sólo el hecho de generar debate me parece muy positivo.

-Cuenta en su libro anécdotas que reflejan a los alemanes con reglas estrictas de convivencia, y también para el trabajo. Nada que ver con los españoles.

-Dijo un pensador cuyo nombre ahora no recuerdo que los alemanes se pusieron muchas reglas porque tienen un corazón muy soñador. Alemania es un país de tránsito, por estar en el centro de Europa, y necesita tener sus normas para regularizar la convivencia. Tiene un enorme respeto por el bien común y la conciencia social. Eso no quiere decir que no haya ruidos, ni robos, ni todas esas cosas que pasan en todos los sitios. Pero es muy diferente a España. Por ejemplo, en el metro de Madrid todo el mundo va hablando y hay ruido. El otro día en el tranvía en Múnich una señora le dijo a un chico que bajase el volumen de la música en los cascos que llevaba puestos. Eso en España es impensable, y aquí es normal.

-¿El miedo a que corra peligro su forma de vida es lo que ha hecho que los alemanes reaccionen con dureza ante la llegada de refugiados?

-Como extranjera, me llama muchísimo la atención la generosidad con la que se acogió a tantísima gente en Alemania. ¡Más de un millón de personas en un año! Hay zonas que han visto totalmente cambiada su fisionomía, y claro que ha afectado a su idiosincrasia. Por eso ha surgido el debate sobre el exceso de "extranjerización" y el riesgo a que se produzcan sociedades que cambien los valores y costumbres de la sociedad alemana. Quieren preservar lo suyo. ¿Qué pensaría cualquier español si por la llegada de muchísimos niños extranjeros hubiera que bajar el nivel educativo en los colegios para que todos siguieran el ritmo? ¿O si su vivienda de repente tuviera un valor un 20% inferior porque le han puesto un gran centro de refugiados a escasos metros? Pues eso es lo que ha pasado en Alemania.

-¿Y eso fortaleza el auge de la extrema derecha?

-Frenarla es otro de los retos a los que se enfrenta Europa. Ahora vienen varias elecciones y plebiscitos en varios países, entre ellos Francia. Ya hubo quien celebró la victoria de Donald Trump en Estados Unidos como un punto de inflexión, de cambio.

-¿Cómo se vivió en Alemania el triunfo de Trump?

-Se quiere dar un tiempo para reflexionar y ver el Gobierno que forma. En julio se reunirá en Hamburgo el G7 y creo que se va a esperar a entonces para ver cómo hace las cosas. Prudencia y reflexión. Merkel ya vino a decir durante la visita de Barack Obama que se mantendrán las relaciones con Estados Unidos e hizo una apelación sutil al indicar que la relación será normal siempre que se respeten los derechos humanos. Me llamó la atención esto, porque hace 60 años fue Estados Unidos el que permitió que la democracia llegase a Alemania, y ahora es Alemania la que advierte a Estados Unidos.

-Pero ya han saltado las alertas, por ejemplo, con la necesidad de aumentar en Europa las inversiones en seguridad.

-Ése es otro de los retos, porque hasta ahora la tenían confiada a Estados Unidos, y no hablo solo de armas, sino también de la ciberseguridad, que estaba en manos de multinacionales norteamericanas. Y habrá que ver qué pasa con los tratados internacionales.

-Es un momento histórico apasionante.

-Sí, mucho, y sin embargo tengo la sensación de que se vive con resignación, como diciendo: si dentro de un año conseguimos estar como ahora, será un triunfo. Esa actitud implica que no hemos conseguido hacer cosas nuevas, que no avanzamos. No puede ser, hay que ponerse las pilas para que no se normalice lo que no es normal: el racismo, la misoginia, los insultos, las agresiones verbales y físicas... Lo positivo es que España y Alemania son muy proeuropeos y hay sintonía para hacer una Europa fuerte.