En un páramo de Seseña (Toledo), agujereado por madrigueras de conejos y restos de trincheras de la Guerra Civil, se filmó hace más de cincuenta años "La caza", obra maestra de Carlos Saura, a la vez realista y simbólica, que denunciaba la violencia fratricida y las miserias de la sociedad franquista. Fue su carácter alegórico lo que la libró de la censura y permitió que "La caza" llegara a los cines. Los censores incluso le hicieron un favor al director aragonés al obligarle a recortar el título original, "La caza del conejo", por sus posibles connotaciones sexuales.

No iban por ahí los tiros. Con un tratamiento casi de documental, "La caza" cuenta la historia de cuatro amigos que se reúnen para pasar un día juntos cazando conejos y comiendo paella, pero lo que empieza como una jornada de ocio y compadreo deriva en tragedia a medida que afloran las frustraciones y vilezas de cada uno.

El director de "La prima Angélica" ha contado en más de una ocasión que la idea se le ocurrió mientras rodaba en esos mismos parajes "Llanto por un bandido" (1963), una película de la que, por otro lado, salió frustrado por el montaje final. Decidió entonces que no volvería a filmar nada sin tener el control absoluto y en "La caza" fue la primera vez que lo puso en práctica, con un aliado fundamental, Elías Querejeta, que se convertiría desde ese momento en su productor de cabecera. Pusieron un millón de pesetas cada uno. Es la única vez que Saura ha producido uno de sus filmes, gracias a un dinero que le prestó su padre, según ha contado, y que logró devolverle gracias al éxito en taquilla.

Rodada en cuatro semanas, por orden cronológico, con pocos medios y margen para improvisar, la trama se desarrollaba bajo un sol asfixiante que incidía en la sensación creciente de claustrofobia que ahoga a los personajes. El hasta entonces galán del cine franquista Alfredo Mayo (Paco), junto a Ismael Merlo (José), José María Prada (Luis) y un debutante Emilio Gutiérrez Caba (Enrique) dieron forma al reparto.

El retrato de Saura de España como un coto de caza donde la memoria queda enterrada extendió su influencia hasta el otro lado del Atlántico, donde Sam Peckinpah la citó como una de sus influencias de su western "The wild bunch".