Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eastwood sigue volando bajo

Apología de la profesionalidad individual en una obra tan correcta como fría y superficial con una buena interpretación de Tom Hanks

Tom Hanks y Aaron Eckhart, en una escena de la película "Sully".

Hicieron de el un héroe nacional porque logró lo imposible: amerizar un avión en el río Hudson después de quedarse sin motores por culpa de una bandada de pájaros. Pero Sully nunca se vio a sí mismo como un héroe. Solo se consideraba un profesional que hizo su trabajo lo mejor que pudo y supo. Un hombre competente que en unos segundos tomó la decisión adecuada aunque luego intentaran demostrar que no. Que lo que debía haber hecho era intentar aterrizar en tierra porque un motor no estaba del todo destruido. Los parásitos que mandan en los despachos frente al hombre eficaz y resolutivo. Solo ante el peligro.

Es evidente que un personaje así tiene mucho en común con bastantes personajes de Clint Eastwood pero sin pistola: el individuo que toma las decisiones justas en el momento necesario aunque vayan en contra de las reglas habituales. Empezando por Harry el Sucio.

El material era propicio para un derroche de épica que tanto gusta a Hollywood y más en estos tiempos con superávit de superhéroes disfrazados. Pero Eastwood aplica su conocida austeridad para enfriar los ánimos, hasta el punto de volverlos gélidos y que la película transcurra de forma monótona y esquemática. Pero una cosa es tomar distancia y otra alejarse demasiado. No ayuda, precisamente, que sepamos que ahí no va a morir nadie. La contenida interpretación de Tom Hanks (bienvenido a la vida tras hacer el ridículo correcalles de Inferno) también rebaja las dosis del drama hasta minimizar el impacto emocional incluso en la recreación del accidente en sus distintas versiones. De ahí que los intentos de aumentar un poco la temperatura de las imágenes (alguna charla telefónica con la esposa del piloto) resulten forzados. Además, el guión pasa olímpicamente de los pasajeros salvo en un par de detalles irrelevantes, lo que les convierte en poco menos que bultos por los que es difícil sentir empatía alguna.

Sully, a pesar de la impresionante acción de su protagonista en esos 208 segundos para la historia, tiene muy poca historia de la que tirar. La poca profundización en la personalidad de Sully (no basta con meter algunos flashbacks que poco aportan o unas pesadillas de catástrofes aéreas) hace que la película se vuelva mansa y, lo peor de todo, inerte, sin que la escena del juicio decisivo llegue a alterar el pulso. La relación entre Sully y su piloto es irrelevante, como lo es con su familia o con el circo mediático que se montó alrededor. Al final la apología individualista incorpora un canto a la unidad de todos los americanos corrientes con una misión común que recuerda (por su finalidad comercial) el pegote patriotero de El francotirador, aunque aquí no hay verdugos sino salvadores.

Compartir el artículo

stats