El más grande de toda la gira. El escenario del Auditorio Mar de Vigo acoge hoy el estreno del musical Cabaret y sus dimensiones lo convierten en el mayor de todos los teatros que visitará durante su periplo por 33 ciudades. Esto ha permitido un montaje soberbio con 22 escenas que durante cuatro noches recrearán el Berlín de los años 30.

"La primera vez que se pueda ver este montaje va a ser aquí en Vigo", explica el productor del musical, Juanjo Rivero, a pie de escenario. Aunque el espectáculo ya ha sido representado en Madrid, el tamaño del Rialto limitaba la expansión de los ambientes y decorados que ahora se amplían para la gira. La novedad decorativa se centra en dos escaleras y un frontal que empacan cada escena. "Lo estrenamos aquí para que el espectáculo quede impresionante, hay que estar a la altura de un recinto como este", resalta el productor.

Cientos de tentáculos casi invisibles caen del cielo para sostener un el cosmos que forma Cabaret. Han hecho falta cuatro días con turnos de 24 horas para que todo esté hoy listo. En Vigo se prueba el montaje al completo para que en las próximas actuaciones se puede realizar en solo en 48 horas.

Ayer se ultimaban los ajustes de sonido, para que cada palabra sea audible desde cualquier butaca en un show en el que prima la voz. La orquesta tocaba canciones emblemáticas a la vez que el elenco se preparaba en los camerinos para el ensayo general. A Cristina Castaño, que interpreta a Sally Bowles, le colocaban el micrófono mientras otro gallego, Armando Pita, que interpreta al maestro de ceremonias Emcee, se empecinaba en pegarse bien las pestañas postizas. "Hay algo de nervios, sobre todo cuando es en la tierra", reconocía mientras continuaba con el maquillaje.

El cabaret está sobre el escenario, con 2.500 bombillas, 160 focos, el telón de terciopelo rojo, el Kit Kat Klub, el movimiento desenfrenado de las bailarinas y sus pezoneras y la gomina. Pero también entre bambalinas, con costureros que se apresuran en la últimas puntadas y peluqueras obcecadas en peinar los postizos entre danzarines actores semivestidos o semidesnudos, nazis de traje impoluto o músicos travestidos.

Ahí, entre cables y confirmaciones de sonido, se conocen algunos trucos de uno de los musicales más laureados de la historia. Como que los actores llevan los micros en la peluca para no romper la magia de los años 30, o que desde el escenario ven en unos monitores al director de la orquesta que se encarga de dar el pie y final al conjunto musical.

Las luces se apagan y el Kit Kat abre sus puertas. El ensayo general da comienzo y, como anuncia el maestro de ceremonias, "aquí la vida es divina".