El fotógrafo ourensano Manuel Outumuro lleva veinticinco años disparando una cámara. Este jueves imparte en la Cidade da Cultura de Santiago una Master Class en el marco de las Xornadas Académicas de la exposición "Con-fío en Galicia", con todas las plazas agotadas, en la que realizará un recorrido por la historia de la moda desde el punto de vista de la comunicación visual y desvelará cómo se enfrenta a un retrato. Outumuro atesora un archivo con quince mil negativos y fotos digitales.

-¿En qué consistirá la clase magistral que imparte en el Gaiás?

-En una primera parte, será un recorrido por la historia de la comunicación visual del mundo de la moda. Desde sus inicios dibujados e ilustrados hasta que irrumpió la fotografía. La segunda parte incide ya más en mi trayectoria y mi forma de trabajar: cómo enfoco las sesiones y las colaboraciones con diseñadores. No hay una sesión de fotos porque para disparar una necesito llevarme a ocho personas detrás y una buena modelo, por eso no suelo hacer clases prácticas. Al final los alumnos tienen un espacio para intervenir, pero nunca me centro en la parte técnica. La verdad es que no soy un fotógrafo demasiado técnico: no me gustan nada las cámaras. No me interesan los aparatos en sí, alguna vez he ido a una sesión y me he dejado la cámara en casa.

-¿La cámara para usted es solo una herramienta?

-No entiendo ese culto a la cámara. Para mí es una herramienta y la encuentro desfasada, no ha evolucionado lo suficiente. A mí me gustaría cerrar los ojos y que esa imagen, solo con cerrar los ojos, se trasladara a un ordenador, que me implanten un chip. Eso para mí sería el colmo de la tecnología. Todo lo demás es obsoleto. Pero hay que llevar la cámara, que es lo que me da más pereza, y ahora también el ordenador.

-¿Cómo entiende usted la fotografía de moda?

-Trato de llevar siempre a mi terreno los encargos que recibo por parte de diseñadores y de la industria. Intento que tengan un sello personal y diferencial, que se podría llamar mi estilo de fotografiar.

-¿Cómo afronta un retrato?

-El retrato siempre es muy especial. Depende del personaje. No es lo mismo fotografiar a una modelo que a un actor o actriz, y mucho menos que a un escritor o un arquitecto. No todo el mundo está acostumbrado a la cámara, ni se siente cómodo. Me gusta acotar un poco el sector donde estoy con el fotografiado para que sea una cosa de tú a tú, un intercambio, que las miradas no se distraigan y que solo estén la cámara y el fotografiado. A veces, me gustaría incluso desaparecer yo mismo para que el retratado se sintiera menos cohibido.

-¿A qué personaje del cine español le resultó más difícil fotografiar?

-Depende de cómo se sienten ellos delante de la cámara, con los que están cómodos es más sencillo. Ninguno me ha supuesto un reto insuperable.

-Ponga un ejemplo, ¿cómo es fotografiar a Pedro Almodóvar?

-Con Almodóvar es muy fácil. Él se pone frente a la cámara y me dice "ahora me preguntarás cuál es mi ángulo, pues no hay, aquí todo es redondo, así que a ver cómo te apañas". Pero está relajado delante de la cámara, está acostumbrado. Quizá es de los directores más mediáticos, te facilita mucho el trabajo. A Javier Bardem, por ejemplo, no le gusta mucho hacer sesiones de fotos, sin embargo, a mí me ha dado uno de los mejores retratos que tengo. Hay que saber seducir al personaje para que se entregue a la sesión.

-¿Qué tiene un buen retrato?

-No cabe duda de que un buen retrato es una profunda comunicación y un ejercicio de generosidad entre el fotografiado y el fotógrafo. Se necesita una gran complicidad por ambas partes para conseguir un buen retrato. Puedo pasar más tiempo tratando de que el fotografiado se sienta cómodo que disparando.