Pocas cosas deja en pie "Mi relación con la comida", la obra de Angélica Liddell que es casi el manifiesto ideológico de la multipremiada artista catalana, que tiene, entre otros el Premio Nacional de Literatura Dramática y el León de Plata de la Bienal de Teatro de Venecia 2013. La actriz Esperanza Pedreño, que se dio a conocer por su papel de Cañizares, "Cañi" en el microespacio de televisión "Cámera Café", se convierte así en la voz de Liddell en una obra que, asegura, es "una rebeldía total e incluso bastante burra", pero al mismo tiempo, conmovedora. Con esta pieza actuará hoy por primera vez en Vigo. Será en el Auditorio del Concello, a las 21.00 horas. En mayo, los días 19 y 20 repetirá en Santiago.

"La obra habla de la pobreza desde varios puntos de vista, desde la hambruna en África al hambre que pasaron nuestros abuelos o los refugiados, pero también de la miseria del espíritu: del rico que se instala en la riqueza y no quiere moverse de ahí. Me da pavor que haya gente muriendo de hambre en el mundo y que nos resulte indiferente", afirma la actriz albacetense.

Reconoce que "Mi relación con la comida", obra que ganó el Premio SGAE 2014 y el Premio del Público al mejor espectáculo de teatro en la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca, es dura porque golpea la conciencia con la misma intensidad con la que conmueve. Quizá por esto, funciona tan bien. "Funciona muy bien y gusta igual al público joven que al mayor y esto está genial porque es una obra que es necesaria. Te plantea la cuestión de si el teatro debe ser entretenimiento o algo más, si debe enfrentarte a ti mismo", reflexiona la intérprete, a quien le encanta ver a los abuelos entre el público. "Me gusta porque no es el público habitual de la obra de Liddell y porque ella dedica esta pieza a sus abuelos porque habla también de lo que pasaron en la guerra, algo que me da mucha tristeza que ya nadie vaya a poder contar y que, desde luego, no debemos olvidar", asegura.

Según va avanzando la trama, la pieza va rompiendo la barrera espacial que separa el escenario del patio de butacas hasta romper la cuarta pared e involucrar al público. "La obra va desde lo personal a lo social, adquiriendo cada vez más un carácter filosófico, por lo que al final el espectador se ve implicado. En alguna función incluso ha habido alguien que ha iniciado un debate, algo normal si yo me arriesgo a preguntar al público", afirma.