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El rastro gallego del tesoro del "San José"

Parte del valioso cargamento del galeón localizado en Colombia y hundido en 1708 fue recuperado y desembarcado en Galicia tres años más tarde

Cañón del pecio localizado. // Efe

El galeón San José salió del astillero de San Sebastián en 1699 para su uso en la Carrera de Indias. De 34 metros de eslora, 1.100 toneladas y 60 cañones, estaba considerado, junto a su gemelo el San Joaquín, uno de los mejores barcos de la España de aquella época. Y muy pronto quedó demostrado su potencial. Fue en verano de 1702, cuando una poderosa escuadra anglo-holandesa trató de conquistar Cádiz con el doble propósito de hacerse con las ingentes riquezas de la Flota de Indias cuya arribada procedente de México se preveía que ocurriera en aguas gaditanas. Aquí se encontraba fondeado el San José, que participó en la defensa de la ciudad y de manera muy activa. De hecho, su capitán, Don José Fernández de Santillán y Quesada, jugó tal papel durante la contienda, especialmente por tierra, que fue recompensado por el Rey Felipe V con el título de Conde de Casa Alegre. Los anglo-holandeses fracasaron en el intento y se reembarcaron. Mientras volvían cabizbajos a casa siguiendo la costa portuguesa se enteraron de que la flota que habían pretendido atrapar estaba en la Ría de la Vigo, por lo que decidieron capturarla en el combate que pasaría a la historia como la Batalla de Rande.

De Cádiz zarpó el San José en 1706 como buque insignia (Capitana) de la Flota de Tierra Firme que se dirigía al Virreinato de Perú. Debido a la Guerra de Sucesión española hacía diez años que no había navegación con este país sudamericano, por lo que se suponía que allí había una gran cantidad de riquezas acumuladas. Sin embargo, el Virreinato peruano atravesaba una fuerte crisis económica y el comercio de contrabando había desplomado el precio de los productos europeos. Tras muchos desencuentros, por fin se celebró la tradicional feria en Portobelo (actual Panamá) en 1708. Concluido este evento, que no fue tan malo como se pensaba, la flota comandada por el San José emprendió el regreso a España siguiendo la habitual ruta con escalas en los puertos fortificados del Caribe: Cartagena de Indias (actual Colombia), después La Habana (Cuba) para desde allí cruzar el Atlántico.

Por razones obvias, la parte principal del oro y la plata fue cargada en los mejores galeones: el San José y el San Joaquín. Todo transcurrió con normalidad hasta el 8 de junio de 1708. Al llegar a la altura de la península de Barú, y con Cartagena de Indias ya a la vista, la flota se topó con una escuadra inglesa de guerra. Pese a su inferioridad, los españoles se lanzaron al combate, favoreciendo así que los indefensos mercantes pudieran ponerse al abrigo de los cañones del puerto. Sin embargo, en lo más crudo de la batalla, el San José saltó por los aires y se hundió al momento. El San Joaquín consiguió escapar a Cartagena de Indias y los ingleses sólo lograron apresar un barco, el Santa Cruz.

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Hundimiento

Parece ser que la causa de la explosión en el San José se debió a factores internos -un cañón propio que reventó, un descuido con la pólvora? Lo que sí está claro es que se llevó a las profundidades a unos 600 hombres y un tesoro que podría rondar los 9 o 10 millones de pesos. Así que durante décadas este pecio se ha convertido en objetivo principal de los cazatesoros de todo el mundo. Mucho se ha rumoreado sobre su descubrimiento, y hasta ha sido la causa de varios pleitos judiciales entre diversas compañías de rescate por la posesión del viejo barco. Con el anuncio oficial de su hallazgo por parte del gobierno de Colombia surge un nuevo litigio. Porque pese a ser un buque español con cargamento peruano, el Ejecutivo de Juan Manuel Santos ha decidido que el galeón pertenece a su país saltándose por completo la legislación internacional.

Tras el Combate de Barú, el gran tesoro que aún quedaba a flote fue nuevamente repartido y se esperó durante años antes de arriesgarse a volver a España, lo que se aprovechó para agregar más caudales. Esta vez, el tesoro se distribuyó entre tres barcos para evitar grandes pérdidas en caso de naufragio. Y curiosamente, los tres llegaron a Galicia. El primero fue el Grifón, que arribó a Pontevedra el 1 de Noviembre de 1711 con la friolera de un millón y cuarto de pesos y, en febrero de 1712, arribaron a A Coruña el San Miguel y el Hércules, sumando ambos unos ocho millones de pesos.

No sería ésta la última ocasión en que llegaron los preciados metales a Galicia, pues años después, 1747, y ya en otra guerra, el navío Glorioso, tras dos épicos combates contra los ingleses, logró desembarcar cuatro millones de pesos en Corcubión. Hubo más llegadas de caudales pero todas esas cifras se quedan pequeñas ante los casi 14 millones de pesos (390 toneladas de plata) que descargaron en 1702 los galeones que estaban en Redondela antes de que, ya vacíos, fueran hundidos en la Batalla de Rande.

Alianza con cazatesoros

A priori, todo indica que Colombia se aliará con cazatesoros para recuperar el San José y, el hecho de que no indique quién va a trabajar en el pecio, aviva aún más esos rumores. Esto ha puesto en pie a la comunidad científica, pues estas empresas sólo buscan el dinero rápido, no importándoles usar explosivos si así consiguen llegar antes al botín. Tampoco suelen mostrar respeto alguno por la historia, los restos humanos que guarde el buque o la ciencia en general. Parece que el Gobierno colombiano no ha tomado nota de cómo suelen actuar, pues otros países, como Reino Unido, nuestros vecinos portugueses o, recientemente Madagascar, han quedado muy descontentos con ellos y tienen la lección bien aprendida.

En primer lugar, se trata de empresas que buscan inversores, es decir, no se trata de alguien que pone su propio capital, sino que lo obtiene de otros y lo administra lejos del pretendido ideal romántico que fingen. Y luego están las típicas conductas de los cazatesoros como, por ejemplo, exagerar el valor del cargamento de los buques -la propia Odyssey fue condenada por ello- para atraer inversores, falsificar documentos de la época, trabajar en zonas distintas a las asignadas y ocultar a las autoridades ciertas piezas recuperadas.

Si nos vamos a un punto de vista puramente económico, las monedas del San José son, principalmente, de plata, aunque puede que haya algo de oro en sus bodegas. Se tratan de monedas de Perú de hace 310 años con un alto valor numismático (si están en buen estado). El coste de restaurarlas sería elevado cosa que en España se sabe bien tras ganar judicialmente a Odyssey el tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. Por otra parte, no tiene ningún sentido poner en el mercado cientos de miles de monedas idénticas, ya que los precios caerían en picado. Parece evidente que el destino de la plata será fundirla en lingotes y venderla a precio de mercado, por lo que se pierden las plusvalías por antigüedad. Teniendo esto en cuenta, la operación no parece nada rentable. Los trabajos a grandes profundidades son muy caros, es evidente que va a haber costosos juicios internacionales y que, además, hay que descontar la importante merma que sufre la plata durante la oxidación y la parte que se quedará el gobierno colombiano (aún no aclarada). Así que las cuentas no salen.

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