Pese a lo estricto de la regulación para la tenencia de perros peligrosos, con cierta frecuencia se producen ataques como el ocurrido hoy en Redondela, que suelen derivar en lesiones de gravedad e, incluso, en la muerte de las víctimas.

Ese fue el caso de un niño de menos de dos años que falleció en 2010 por las mordeduras de un pit bull propiedad de su familia. La trágica muerte del pequeño Iago R.M. causó una honda conmoción en el municipio pontevedrés de Pazos de Borbén. El accidente ocurría la tarde de un sábado en la parroquia de Mosteiro, cuando el pequeño y dos primos de 2 y 4 años de edad se encontraban al cuidado de su abuela materna.

El perro, con el que el niño fallecido había convivido desde que nació en un piso de Vigo, atacó al menor y le provocó graves mordeduras que causaron su muerte sin que los efectivos sanitarios que se trasladaron al lugar pudieran hacer nada por salvar su vida. El padre y la abuela del pequeño llegaron a estar imputados, pero la jueza archivó la causa.

Pero no hace falta retrotraerse años para encontrarse con sucesos de este tipo. En noviembre del pasado año, una mujer de 82 años resultó herida muy grave tras el ataque de dos perros en Covelo. Los animales, propiedad de un vecino de la zona y que se encontraban sueltos en la calle, arrastraron el cuerpo de la anciana unos 30 metros. La señora se debatió entre la vida y la muerte; aunque sobrevivió, perdió ambas piernas.

Y solo tres días después del ataque de Covelo, un american pitbull terrier atacó de gravedad a una vecina de Mos, de 76 años, madre de su propietario. Los hechos ocurrieron en la parroquia de Cela y la mujer resultó herida en un brazo, un costado y las piernas, ensañándose el can con uno de sus pies. La víctima fue intervenida quirúrgicamente por espacio de más de cinco horas. Las heridas revestían especial gravedad, si bien su vida no corrió peligro y que, a diferencia de la mujer de Covelo, no sufrió amputaciones.