El conflicto está servido en Baíña. El enfrentamiento entre la ganadera Diana Pino y la comunidad de montes ha dado un giro que podría afectar a decenas de construcciones de la parroquia. La empresaria, propietaria de la explotación de carne de vacuno Cuatro Pinos en San Cosme de Arriba, perdió a principios de año dos pleitos cuyas sentencias le impiden el pastoreo libre de sus vacas, aunque ha recurrido una de ellas. Hace unas semanas, fue denunciada de nuevo por la entidad por la reconstrucción de un muro dentro de su propiedad. Para sus padres, Ramón Pino y María Jesús González, "ha sido la gota que ha colmado el vaso". Así que han puesto en marcha una oleada de denuncias urbanísticas en la zona.

Entre las primeras, figura la referida al centro cultural, que amenaza con cerrarlo. Titulan su campaña "Por una Baíña legal". "Si nosotros tenemos que cumplir la ley, tendrán que hacerlo también todos los comuneros", asegura la madre, quien firma las demandas interpuestas ante el Concello de Baiona. "Yo estoy jubilada y tengo todo el tiempo del mundo para ir al Ayuntamiento las veces que haga falta, hacer un seguimiento a todos los procesos y exigir que se cumpla la legalidad", afirma.

-¿Lo suyo es una venganza?

-No, en absoluto. Nuestra hija se tiene que defender de alguna manera del acoso que lleva sufriendo desde hace años por parte de la comunidad de montes. No queremos guerra, pero ellos empezaron primero. La han denunciado hasta 16 veces.

-¿Cómo empezó todo?

-Compramos la finca, de una hectárea, y en el año 2000 construimos la nave con ayudas y autorización de la Xunta. El Gobierno autonómico nos cedió 6 vacas vianegas para fomentar la cría de razas autóctonas. Al poco tiempo las cuatro primeras aparecieron envenenadas y más tarde, encontramos muertas hasta 300 cabras y ovejas. Diana se vino a vivir aquí en 2008 y la comunidad de montes no la acepta como comunera, por eso no puede soltar las vacas por el monte. Pero resulta que aquí hay vacas de ganaderos de otras parroquias y no pasa nada. Lo hacen por machismo.

-¿Es ilegal la granja?

-El Concello nos dio licencia de obra, pero no de actividad. Según aseguran, no existe ningún epígrafe en la normativa que recoja este tipo de explotación, solo para comercialización de forraje. El Ayuntamiento tiene que dar el permiso y, si no lo hace, también tendremos que llevarlo a los tribunales.

-¿Cuántas denuncias piensan interponer?

-Por ahora llevamos seis y la semana que viene presentaremos otras seis. Hasta 140 comuneros que hay en Baíña, pueden ser muchas. No sabemos la cantidad porque nuestros abogados y arquitectos están estudiando el terreno en busca de irregularidades que denunciar.

-¿Pagarán "justos por pecadores"?

-Los 140 comuneros se han opuesto por unanimidad a aceptar a nuestra hija en la entidad, así que todos son responsables. Ellos se lo han buscado.

-¿Han medido las consecuencias de todo esto?

-¿Y las consecuencias para nuestra hija? ¿Quién las mide? Le han amargado la vida. Ella es una empresaria que tenía un negocio viable. Ahora se ha visto obligada a malvender 40 vacas y la empresa genera 4.000 euros de gastos al mes. Somos sus padres y la defenderemos donde haga falta. Ella está dedicada a la explotación y al taller mecánico de la familia, pero nosotros tenemos tiempo porque estamos jubilados. No queremos que tiren ninguna casa en Baíña, solo que se haga justicia con ella.

-¿Y si cierran el centro cultural y la parroquia se queda sin lugar de encuentro? ¿Les causa algún reparo?

-Claro que sí. Yo mismo [dice Ramón] paro ahí muchas veces,pero si no nos hacen caso, tendrán que echarlo abajo.

-¿Hay alguna forma de hacerlos cambiar de opinión? ¿Estarían dispuestos a sentarse a dialogar?

-Por supuesto. Si aceptan a Diana como comunera y nos pagan los perjuicios por tener las vacas encerradas -llevamos en torno a 100.000 euros en gastos acumulados-, paramos las denuncias mañana mismo. Pero nadie se ha puesto en contacto con nosotros.

-Los honorarios de los profesionales que han contratado para cazar ilegalidades y los trámites también cuestan dinero. ¿Vale la pena?

-Pensamos recuperarlo todo. Tenemos la razón y nadie nos va a parar. Estamos convencidos de que nos pagarán hasta el último euro.