"El drama es humanitario, pero sobre todo emocional. La sensación de perderlo todo en cuestión de segundos, la humillación de verse despojado hasta de la dignidad es terrible". Pablo Martínez, bombero del Grupo de Emerxencias Supramunicipal (GES) Val Miñor, regresa del campo de refugiados de Katsikas, en el norte de Grecia, con una imagen grabada en su mente. "Impacta muchísimo ver móviles de última generación, Iphones o cualquier otro modelo enchufados a una regleta en una tienda de campaña", repite. Quiere aportar su granito de arena a concienciar sobre un problema del que nos separan miles de kilómetros, "pero que está mucho más cerca de lo que creemos, por proximidad cultural".

La Asociación Participa para la Inclusión Social, la ONG con la que colabora y que ha organizado esta misión junto con la Agrupación Integral de Rescate y Emergencias (AIRE) de A Coruña prepara diversas iniciativas para divulgar su proyecto de logística en los campamentos. "Expondremos las fotos elaboradas por Iris Durán y publicaremos un cuento infantil para que los niños conozcan el problema", adelanta.

El agente permaneció durante una semana en Katsikas y ha vuelto cargado de sensaciones contradictorias. El inevitable nudo en la garganta tras conocer las historias personales de muchas de las 400 personas que allí residen desde hace meses sin esperanza, la rabia e impotencia por el olvido al que la Unión Europea y sus países miembros las han condenado, pero también cierto optimismo porque el trabajo de las ONG da sus pequeños resultados y mucho entusiasmo por difundir lo que allí ocurre.

Le ha marcado la historias de muchos de los refugiados sirios que tratan de superar el drama al que se enfrentan de la mejor forma. Pero no todos logran asimilar el desastre. "Hay gente que deambula en estado de shock, otra que muestra su desesperación... Pero todos son muy conscientes de que Europa puede ayudarlos y no lo hace", explica.

La relación con la población local tampoco es halagüeña. "Se perciben muchos recelos. La gente de allí también lo está pasando muy mal y ve a los refugiados como una amenaza. Incluso he notado cierto rechazo hacia nosotros, los voluntarios, por orgullo. Para ellos, Grecia es un país europeo, que no necesita ayuda externa para paliar sus problemas".