El conocido pan de Porriño podría pasar a estar elaborado con una harina procedente de un molino casi centenario, construido en 1918 y que pasa por ser, en palabras de su actual propietario, Ramón Cuíña, "el más grande de España, pues es el único que cuenta con siete piedras de moler".

Se trata de una medida que las panaderías que conformarán el futuro Consejo Regulador del Pan de Porriño están estudiando implementar en el futuro. Desde Acipor, la asociación de comerciantes de Porriño y principal impulsora de la puesta en valor del tradicional producto porriñés, explican que la harina producida en el Muíño de Cuíña "responde a unos estándares de calidad altísimos, por eso estamos valorando utilizarla".

Según explican desde la propia asociación, "se trata de una de las mejores 'fariñas do país' que existe en la actualidad y eso nos interesa especialmente porque hay una parte importante en los procesos de elaboración del Pan de Porriño en la que se emplea este tipo de harina".

Acipor señala que en el reglamento que se aprobará para garantizar la calidad en la producción y en el resultado del pan realizado por las panaderías porriñesas que cuenten con sello de calidad a partir del próximo año, se especifica "la necesidad de mantener y de usar materias de primera calidad, por lo que la visita al Muíño de Cuíña obedece a la búsqueda de este tipo de productos para elaborar nuestro pan".

El molino empezó su actividad en 1918 con una sola piedra y el cobro se hacía quedándose con una parte del trigo que la gente llevaba para moler. El negocio familiar fue traspasado a la siguiente generación y en vista de su producción, su hijo Luis Cuiña Fondevila, decidió hacer una reforma y modificación pasando a tener tres piedras de moler, todas ellas empujadas por la fuerza del agua, que es el modo de moler tradicional. Actualmente es la cuarta generación la que gestiona el molino familiar que, después de experimentar una segunda reforma, ha pasado a tener siete piedras, motivo por el cual cuenta con una producción más elevada pero "igual de tradicional que el primer día", sentencia Ramón Cuíña.