Devoción y ganas de disfrutar una jornada entre amigos movilizaron ayer a los cerca de 800 romeros que participaron en la tradicional Parranda de San Roque de Vilariño, que cada año desde hace 99 recorre cada 16 de agosto los 8 kilómetros que separan la parroquia nigranesa de San Pedro de la gondomareña de Morgadáns, para asistir a la romería que allí se celebra.

Los vecinos del barrio nigranés volvieron a madrugar para cumplir con la particular tradición. Pese al luto por el fallecimiento de uno de los romeros, la caravana partió animosa y puntual de A Ramallosa en torno a las nueve de la mañana, entonando canciones populares y asombrando a su paso a los conductores no prevenidos.

La comitiva volvió a desplegar su flota de vehículos -algo menor que en años anteriores- adornada profusamente con flores para la ocasión. Un camión y tres tractores avanzaron cargados con las viandas que los peregrinos darían cuenta más tarde, una vez en el recinto de fiestas de Morgadáns. También hicieron el viaje motorizados los niños y los músicos, encargados de ambientar la marcha.

Como ya es tradicional, los parranderos detuvieron sus pasos a mitad de camino. En Gondomar, sobre las diez de la mañana, se produjo el solemne encuentro con la Banda de Música de Guláns, que acompañó a los romeros en el tramo final de su caminata, que se completó a las 11.30 horas con la entrada de los peregrinos en la romería.

Misa, procesión y buenas raciones de empanada para reponer fuerzas dieron paso a una comida campestre y a varias horas de descanso hasta la media tarde, cuando los romeros emprendieron el camino de vuelta, la mayoría también a pie, hasta el convento de los Padres Franciscanos de Vilariño, última etapa festiva de la Parranda, que el año próximo cumple un siglo.