"En la década de los 60, conocí a un capitán australiano de un barco mercante en el puerto de San Francisco; él y su tripulación iban a iniciar una ruta por el Pacífico y yo le pedí que me dejara ir con ellos, pagando la manutención; llegamos a un acuerdo y puede recorrer las varias islas del Océano Pacífico".

Es solo una anécdota, pero define perfectamente una gran parte de los 100 años de vida que Vicente Sobrino Vicente acaba de cumplir en su vivienda de A Guarda, rodeado de más de treinta familiares, en su mayoría sobrinos, y que ha servido para repasar la trayectoria de un hombre ha sido juez, soldado, gran nadador y, sobre todo, un apasionado viajero.

Corrían los años 40 en Galicia cuando Vicente conoció a la que sería su futura mujer, Llulla Rolán, hija de un emigrante gallego afincado en Puerto Rico que volvía a la tierra por vacaciones. Habiendo terminado su carrera de Derecho al finalizar la Guerra Civil y consiguiendo ejercer como juez de paz en A Guarda, ambos se enamoraron y decidieron, ya en 1950, irse a vivir a Puerto Rico, donde Vicente trabajaría en la empresa de su suegro.

"Ahí empieza todo", reconoce el propio Vicente, que comenzó a visualizar el Estado Asociado a EEUU no solamente como su nueva casa, sino también como punto de enlace con el resto del mundo que ansiaba conocer. "Además de visitar sitios relativamente próximos a Puerto Rico como Miami o Venezuela, aprovechaba mis vueltas a España para recorrer otros lugares". Sus viajes, casi siempre realizados en barco, le permitieron "pasar estancias en las islas británicas cuando retornaba a Galicia por el Atlántico, y conocer países asiáticos como Pakistán, India o Nepal cuando volvía a A Guarda por el camino más largo, atravesando el océano Pacífico".

Vicente Sobrino, independiente hasta el extremo aun en la centena, reconoce que hace tres años, "con 97, decidí dejar de hacer este tipo de viajes porque mi familia también me dijo que quizá era tiempo de descansar un poco". En la celebración de su aniversario estuvo presente el alcalde guardés, Antonio Lomba, con quien tuvo la oportunidad de compartir recuerdos y de demostrar que sigue en plenas facultades mentales.