El vino es uno de los grandes placeres que ofrece la vida. El color, cuerpo, sabor y matices hace que no existan dos vinos iguales y que cada uno ofrezca distintas sensaciones. Así pudieron comprobarlo ayer una treintena de personas en Chapela en la cata "Solsticio de Inverno" organizada por la asociación Froles Mareliñas, que alcanza su sexta edición, y que cada año deja patente el enorme interés que existe en la zona por el arte de la enología.

La sumiller Mercedes González, presidenta de Vistislucus y experta en análisis sensorial, enseñó a los presentes las diferencias entre seis caldos de distintas denominaciones: un fino de Jerez, un blanco de Ribeiro, un tinto de Valdeorras, dos tintos de Ribeiro -uno de ellos de producción ecológica y limitada- y un cava de Almendralejo. "Cada vez la gente aprecia más el vino y se preocupa más por buscar los mejores maridajes, porque un mal vino o uno inadecuado puede arruinar una excelente comida", señala la experta.

González anima a probar nuevas variedades y experimentar con las sensaciones que ofrecen. "Todavía hay mucha gente muy tradicional que piensa que los únicos buenos tintos son los riojas o los riberas del Duero, cuando tenemos una amplia variedad de vinos igual de buenos y que mucha gente desconoce", explica la sumiller.

Algunos de los asistentes a la cata son fieles a la cita desde que comenzó hace seis años, como el chapelano José González. "Me gusta el vino, pero no entiendo mucho, así que esta iniciativa es muy interesante para aprender. Ahora creo que la gente cada vez aprecia y valora más los distintos vinos, cuando van al bar ya no piden un tinto, sino que van a una denominación específica o a una marca concreta". El más joven de los asistentes, Pablo González, de 24 años, asegura que no bebe vino de manera habitual, aunque le gusta y le interesa probar variedades nuevas. "El vino es como el arte, si te explican los matices lo entiendes mejor y lo valoras más", apunta.